¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 10/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
Hacía calor, un calor pegajoso y constante que no había disminuido su intensidad desde hacía semanas. Huyendo de él viajábamos en el coche hacia el pueblo de mis padres, de los padres de mi mujer también, porque ambos nacimos allí y allí nos conocimos siendo niños. Hacía tanto tiempo de eso que parecía la vida de otra persona, sobre todo teniendo en cuenta en qué se había convertido mi relación con Gloria en los últimos años. Supongo que es cierto que el paso del tiempo lo deteriora todo o lo cambia hasta hacerlo irreconocible pero eso no es un consuelo. Mi vista viajaba desde el retrovisor del coche por el que podía ver a nuestros dos niños amodorrados, casi suspendidos del cinturón de seguridad que a buen seguro evitaba que cayeran dormidos sobre el asiento trasero del vehículo, a la carretera donde descansaba durante un rato, observando el ir y venir de las curvas, de los cambios de rasante, hasta que inevitablemente giraba la cabeza para ver a mi mujer que se sentaba a mi lado con las piernas abiertas y la falda recogida para que el aire que entraba por la ventanilla llegara a refrescar las partes menos expuestas de su cuerpo. El aire acondicionado del coche no funcionaba y el sol penetraba por el parabrisas delantero amplificando su efecto. Era angustioso. Mi mente empezó a divagar, por el calor, por el ritmo hipnótico de la carretera, por el tirante caído del vestido de Gloria que dejaba al aire parte de su sostén, que hacía su escote más visible, que anunciaba su ...
... pecho izquierdo como una hermosa duna ondulada, interminable, inaccesible en su trampa de arena. Empecé a divagar, a acordarme de la noche anterior, anoche, antes de partir hace... unas horas... en nuestra cama... No me desnudes todavía... ¿Por qué no? No sé si quiero que me desnudes hoy. En serio, Gloria... No, yo también hablo en serio, no quiero quitarme la ropa interior hoy. Además seguro que a ti te excita más así. Cada vez me dejas hacer menos cosas contigo. Mi mujer se rio mirándome con los ojos brillantes. Date por contento que todavía te deje hacer cosas... Le acaricié los muslos, se había quitado la blusa nada más entrar en la habitación y también los zapatos pero todavía llevaba la falda puesta. Mi mano se había abierto paso por debajo de la tela y palpaba la piel firme de mi mujer, la cara interna de sus muslos, la parte exterior, iba bajando lentamente hasta las rodillas y luego volvía a subir para introducir mi mano a través de sus piernas, evitando cuidadosamente su vulva y así llegar hasta su precioso culo. Mis dedos palpaban el suave encaje de las braguitas que se ajustaban sin espacios sobre la piel de ella. Para entonces mi otra mano había seguido un camino distinto con destino a encontrarse en el mismo sitio y ambas masajeaban el trasero de mi mujer. De repente, agarrando con fuerza sus nalgas, la levanté. Sus piernas se abrazaron enseguida a mis caderas y Gloria movió la suyas contra mi cuerpo fingiendo que lo estaba follando conmigo. Rabioso me separé ...