Ana (9)
Fecha: 06/01/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... de su esposa en el suyo. Buscó el contacto, con lágrimas en los ojos, y comenzó a escribir, cosa que le costó, porque sus manos temblaban por los nervios y la impotencia: “Hola gorda puta, te cuento que soy la amante de tu marido, y si no me crees, te doy algunas pruebas: tiene una bola más grande que la otra, y en su nalga izquierda tiene un lunar grande. Le gusta que le muerdan el pezón y le chupen el cuello. Y bueno, también te cuento que muchas de las veces en que lo llamabas a la madrugada para controlarlo, estaba en mi cama. ¿Qué loco no? Vos pensando que al menos, mientras hablaba con vos podías tener la certeza de que no estuviera con otra mina, pero en realidad, en ese mismo instante, estaba conmigo. Él te contestaba porque decía que no quería que te preocupes y que sospeches, pero yo creo que le daba cierto morbo, porque a ver ¿era necesario que yo le chupe la pija mientras hablaba con vos? ¿No sería más natural que al menos te dedicara unos instantes, y luego volviera a la cama conmigo? En fin, me imagino que todavía no terminás de creerme, pero hagamos un experimento ¿recordás que más de una vez, mientras te hablaba, lo hacía entrecortado, como tartamudeando, y un poco agitado? A que eso sólo pasaba en esas conversaciones nocturnas. Bueno, te cuento, eso era debido a que yo hacía gozar con mi legua mientras hablaba con vos, gorda puta. Federico ya está cansado de que sigas aumentando de peso y que no lo cojas con la excusa del bebé. Bueno, eso es todo querida. Ah ...
... por si todavía no te convenzo te mando algunas de nuestras conversaciones más calientes. Bye bye” Ana mandó el mensaje y cuando comprobó que llegó con éxito, una sensación de victoria se apoderó de ella. Esperaba poder destruir el matrimonio de Federico con eso, pero no estaba tan segura. Había mujeres tan idiotas que eran capaz de perdonar infidelidades. Pero de todas formas ya se le ocurriría otra maldad. Definitivamente las cosas no se iban a quedar así. A pesar de esa parcial victoria con el mensaje a la esposa de Federico, Ana estaba triste y desganada. En parte porque la mujer nunca le contestó el mensaje, aunque sí le constaba que lo había leído. Y en parte también, porque no se quitaba de la cabeza la manera en que fue ultrajada por esos dos tipos. Para colmo, el rubio del puesto de diario trabajaba en una esquina muy cercana a su departamento. Ella trataba de evitarlo, y cuando tenía que ir a un lugar que quedaba en dirección a ese puesto, daba vueltas para no ver al tipo. Pero así y todo más de una vez se lo cruzó por la calle, cosa que la asustó. Pero él sólo se limitaba a mirarla con una sonrisa cómplice, y no decía nada. A toda esta situación se le sumó un nuevo disgusto. Sucedió en una de sus clases de violín con su alumno/amante, Facundo. Él la notaba rara. No sospechaba que su actitud un tanto arisca se debía a que su otro amante la había entregado a dos desconocidos, pero definitivamente percibía algo turbio en el aire. Facundo era el único de sus amantes que ...