Mis lindas morochas
Fecha: 12/01/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... como si allí tuviese una concha, sin dejar de replicar: ¡dame lechita papi, ensuciame toda! Claramente eso fue lo que pasó. Le germiné con mi semen su futuro manantial materno mientras ella me abría el culo y se frotaba más y más contra mi pito. Se sacó la remera empapada y entonces me la mamó con un estilo único. Me encantaba que cada vez que me la succionaba dijera: ¡haaam, qué rica pija!, que me ensalive el cuero y me la chupe haciendo una canasta con sus manos para mis huevos, que huela mi pija y que la lama despacito luego de escupirla con furia. Por momentos rozaba mi ano con un dedo, y eso me consumía tanto como cuando hurgaba en mi ombligo con su lengua. Finalmente replicó: ¿querés verme en tanga papi?, y se sacó los zapatos de taco, el jean, cerró la cortina de la ventana y bailó para mí con una música imaginaria luciendo una tanguita roja que le partía el orto y combinaba con los poquitos vellos de su conchita. ¡bajate y sacamelá!, me ordenó; y en cuanto salté de la silla ella misma se la sacó, me sentó en un puf rasguñado por algún gato y se me sentó encima diciendo: ¡ahora quiero toda tu pija adentro, como si te cogieses a mi hermanita?, ¿te gustan las chiquititas cerdo, te gustaría que Sofi te haga pis en la verga? Enseguida mi pija se instaló a morir en esa concha lubricada, con fiebre y con bastante recorrido al parecer. Ella tomó las riendas cavalgandome feroz, lamiendo mis tetillas y fregando sus pezones en mi piel, apretando mi cuello y cubriendo mi boca con ...
... su mano cuando me hacía gritar al arrancarme la barba. El ritmo era tan intenso que en varias ocasiones casi nos caíamos de tanta matraca. Después se separó de mí y quiso que le dé unos chirlos fuertes en la cola mientras me hacía oler su tanga, y en breve fuimos a la cocina donde la arrinconé en el espacio que quedaba entre la heladera y un mueble. Ahí se la calcé en la conchita pero ahora ella me daba la espalda y yo me sostenía de sus tetas. Gemía bajito diciendo: ¡dale papi, dame leche, cogéme toda, cógeme, cogeme así, bien cogida!, me pedía que le meta un dedo en el culo y que le aprete el cuello. Pero justo cuando mi semen comenzaba a nadar en su útero ni bien me dijo que quería verme haciéndole la colita a su hermana, una señora de unos 45 años nos cortó el mambo hablando de denunciarme, dejarme en la calle, sin familia y de desterrarme del país si fuera posible, entre puteadas, gritos y golpes de carpetas contra la mesa. Era la madre de las chicas, la señora Graciela. Para colmo de males encontró escondida detrás de una cortina a Sofía en bombacha y con las manos en la vagina. La guacha había visto casi todo. Viki, la mayor, explicó a su madre que ya es grande para decidir con quién coger, y que de última lo tomara como un trabajo personal, como que ella me contrató para coger. Mi cabeza estaba al borde de estallar en la miseria más terrible y mi imaginación ya empezaba a encontrarse entre los fríos barrotes de una cárcel mugrienta y alejada de la provincia, mientras ...