1. Violador a medianoche


    Fecha: 16/01/2018, Categorías: BDSM No Consentido Autor: Lib99, Fuente: CuentoRelatos

    ... gritos del hombre. –¡Ah! ¡Basta! ¡Me estás destrozando! Ella sólo se detuvo cuando apuró los últimos estertores de su intensa corrida, inspirando con fuerza para recuperar el resuello mientras el detenido se derrumbaba en el suelo. Su erección no había disminuido. –¿Y bien? ¿Dispuesto a confesar? Como única respuesta él le lanzó una mirada de desprecio. Susana, entonces, hizo un gesto hacia el espejo que cubría una de las paredes, dirigido a quien estuviera observando desde el lado transparente del amplio cristal. – III – Se abrió a continuación la puerta y entró una agente de policía, uniformada. Era una mujer alta, de fuerte complexión pero atractiva figura, sobre la cual se adhería como un guante el uniforme azul que no lograba disimular las rotundas curvas, en especial las protuberantes ondulaciones de sus poderosas tetas, cuya presión parecía a punto de rasgar la tela de la camisa. Su cabello castaño estaba fuertemente estirada hacia atrás y recogido en un moño, dejando al descubierto unas rasgos fuertes no exentos de atractivo. Uno podía imaginársela como una bella y poderosa atleta, quizás una levantadora de peso o una lanzadora de jabalina o de disco. En todo caso su presencia resultaba imponente, generando ambivalentes sentimientos de atracción y temor en el detenido. Susana extrajo sin miramientos el consolador del ano del hombre y se sentó en el banco adosado a la pared, manteniendo su falda arremangada y el arnés con el falo a la vista. –Muy bien. Repitamos el ...
    ... procedimiento. Veamos si eres tan duro como pretendes. Adelante, agente Larissa. La policía agarró al violador por el cuello con una mano que parecía de acero, le levantó como un muñeco, situándole sobre las caderas de Susana. Ésta sujetó el consolador contra el ano del hombre, penetrándole cuando su compañera le hizo descender. La dilatación que mantenía su esfínter por la anterior sodomización hizo que el dildo entrara con facilidad. El detenido gimió y su pene se movió espasmódicamente a causa de la fuerte presión de la sangre en su interior. –¡Vaya! – Exclamó Larissa– Es todo un hombrecito, ¿eh? Así que te gusta violar mujeres. Meterles tu polla y disfrutar mientras ellas sufren. Mientras hablaba abrió la bolsa de deporte con el emblema de la policía que llevaba en la mano al entrar, buscó en su interior y extrajo una vara metálica acabada en uno de sus extremos en doble punta, como un pequeño bidente. Lo activó y el aire zumbó con un chasquido eléctrico. –Si disfrutas con el dolor –continuó–, esto te va a encantar, cerdo. Aproximó el extremo del bastón a uno de los pezones y el hombre dio un respingo por la descarga, clavándose más profundamente el consolador. –¡Ah! ¡Putas! Soltadme y os daré lo que merecéis. –¿Sí? ¿En serio? ¿Qué nos vas a dar? Una nueva descarga y su cuerpo volvió a convulsionarse. –Venga, vamos. Pórtate como un hombre. ¡No seas nenaza! Larissa bajó el bastón y lo situó junto al pene erecto. Ésta vez le arrancó un alarido. –¿Qué ocurre? ¿No te gusta mi ...
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