1. Heil mama (Cap. 5)


    Fecha: 22/01/2018, Categorías: Incesto Sexo con Maduras Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... hecho en el suelo, donde había una alfombra, o de pie, pero estábamos tan cachondos que no se nos ocurrió. Además, eso de contenernos para controlar el ruido resultaba excitante. Continué bombeando con cautela y noté los pies de mi tía acariciándome la parte trasera de los muslos y las nalgas, así como sus manos en mi ancha espalda. Al cabo de unos minutos encontramos el ritmo y la intensidad perfectos. La cama apenas sonaba, mi tranca se deslizaba dentro y fuera, no muy rápido pero con fuerza. Los jadeos de Merche calentaban mi rostro y los míos el suyo, nos besábamos y nos susurrábamos guarradas al oído. Estaba a punto de correrme cuando escuchamos algo fuera de la habitación. Eran las nuevas chanclas de mi madre, acercándose por el pasillo con ese “clap clap” tan característico. Me quedé totalmente quieto, con los codos apoyados en el colchón, conteniendo la respiración con mi irreductible cipote clavado hasta el fondo dentro de mi tía. Ella también se paralizó. Tenía los tobillos cruzados sobre la parte baja de mi espalda, me agarraba los hombros con fuerza y sus brillantes ojos marrones, muy abiertos, miraban a la puerta con auténtico terror. Escuché cerrarse la puerta del baño y solté el aire lentamente. —Nos va a pillar, me cago en Dios... —susurró mi tía Merche, temblando un poco bajo mi cuerpo. —Tranquila, solo ha ido al baño. Cállate. En pocos minutos escuchamos de nuevo la puerta del baño y el “clap clap” en el pasillo, de vuelta al salón. No pude evitar lo que ...
    ... sucedió a continuación. Escuchar sus pasos me hizo imaginar sus piernas, sus nalgas contoneándose por el pasillo, los grandes pechos bajo su ligera prenda veraniega. En cuanto se hizo el silencio de nuevo comencé a mover las caderas y ya no pensaba en la mujer que tenía debajo. Apoyé la frente en la almohada, con el rostro enterrado en el cuello de mi tía para no verle la cara, arqueando la espalda para empujar sus muslos con los míos y taladrarla más a fondo. En mi mente ya no era ella. Sus piernas se habían vuelto más cortas y pálidas, sus tetas ya no eran pequeñas sino grandes y tiernas contra mi torso, su cabello era rubio y su cara redondeada, su coño más cálido, con la calidez que solo puede proporcionar una madre. ¿Podía haber alguien más degenerado que yo? Allí estaba, follándome a mi tía a escondidas mientras fantaseaba con mi madre. Me corrí pronto, dentro, muy dentro de ella, aplastando su cuerpo contra el colchón, notando como mis huevos se vaciaban en lentas oleadas que me hacían temblar. Contuve un bramido de placer apretando la cara contra la almohada. Me quedé en la misma postura un buen rato, mientras unas manos me acariciaban la espalda y unos labios me besaban el cuello y la cara. Cuando me incorporé y me senté en la cama evité mirar a Merche a la cara. Abrí el cajón de mi mesita de noche, saqué un paquete de kleenex y se lo di. —Límpiate y vete —dije, con voz cavernosa. —¿Esas tenemos, Paquito? ¿Me follas y me echas como a una perra? —dijo mi tía, medio en ...
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