Mi primer todo
Fecha: 24/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: evamaniac, Fuente: RelatosEróticos
... cautiverio y expulsé en el suelo toda la viscosidad lechosa que había conseguido retener. Durante unos segundos quedé exhausta, apoyando mi equilibrio con una mano sobre Alberto, escupiendo restos de lefa e inspeccionando el charco que había generado justo debajo de mí, mientras Lette se incorporaba y me invitaba a hacer lo propio. Me pasé la manga por la boca para eliminar cualquier resquicio visual de la intromisión oral, me calcé la braga y salí del local atravesándolo por el interior hasta su puerta principal. Mi amiga me dio alcance en la calle, me colocó bien el cuello de la blusa y me rodeó con su brazo por encima de mis hombros. Caminábamos a toda prisa sin rumbo todavía fijo, pero su mirada de reojo y su sonrisa de pícara mostraban una necesidad imperiosa de revivir la última media hora a golpe de sonrisas. Y es que ella era muy consciente de que esa resultó ser la primera vez que un tío se vaciaba en mi boca. El día de mi regreso a casa, tras un mes entero viviendo con Lette, fuimos juntas a la parada del autobús y, durante el camino reímos, recordamos y agradecimos la gran experiencia que había resultado ser nuestra reciente amistad. Pronto nos veríamos de nuevo, así que la despedida no tenía que ser triste. De todas formas, y aunque para mí no era importante, ella no acababa de encajar muy bien el hecho de que yo no me hubiera tirado a ningún tío durante todo este tiempo. Se lo razoné explicándole que tal vez yo hubiera puesto más interés en esa empresa si ...
... realmente no hubiera tenido más alternativas, pero las sesiones de desenfreno con ella y, por supuesto, el menú de salchichón con mayonesa que ella misma incorporó a mi dieta, consiguieron de verdad apaciguar mis instintos más primarios y disipó cualquier necesidad de follarme a un desconocido por el mero hecho de hacerlo. No pareció muy convencida con mis explicaciones, pero claro ¿qué más podía contarle yo a la Zorra del Año? Así se lo dije. Y con esas carcajadas me despedí de ella desde el ventanal, mientras ese cuerpo pecaminoso se hacía más y más pequeño a mi vista. Me quedaban 4 horas de viaje por delante y, para colmo, me tocó sentarme junto a un pesado de cojones que no paraba de darme coba y comentar cualquier estupidez que veía a través de la ventana. Estaba cansada y quería aprovechar el trayecto para relajarme, pero iba a ser imposible con ese pelmazo a mi vera. Y el resto de asientos se hallaban todos ocupados. Pensé incluso en pagar a alguien para que me cambiara el sitio, pero me contuve. Tampoco quería ser faltona. Yo llevaba mis gafas de sol puestas, ocultando la cara de mala hostia que se me estaba poniendo por momentos mientras el chaval, de unos ventipico, más bien guapetón y con dotes de ligón profesional, no dejaba de darme la vara con la misma puta regularidad que un metrónomo. Una hora y media de taladro se me antojaba ya demasiado y, durante la parada de descanso en un área, a mitad de camino, me bajé del autocar, como casi todos, para estirar las piernas y ...