El desahogo
Fecha: 03/02/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos
... que se lo merece, y ustedes también cuídenmela que la echaré en falta si alguna vez la sacan de trabajar». De repente noté que tanto Ana Paula como yo hacíamos los mismos ansiosos movimientos pélvicos. Eran sin duda los síntomas de nuestros deseos. Yo necesitaba penetrarla y ella lo ansiaba. Una mujer de tal calibre, sin duda, también tenía sus propias necesidades sexuales y sin marido ni novio por el momento pues... La volteé y ella se volvió a apoyar en el escritorio. Ansioso levanté su falda dejando ver sus tremendas nalgas. Estaban preciosas. No pude evitarlo, sin guardar la compostura me hinqué ante mi propia asistente; con tal de estar a la altura de tan tremendo monumento a la lujuria y así poder besar tan preciosas carnes. Tales “mejillas” mostraban un tono más claro que el resto de su piel que normalmente está más expuesta al sol. Ya estando así aproveché y lamí y relamí su raja. Por lo visto no era de las mujeres que se rasuran de allí pues era notoria su frondosa mata de vellos púbicos. Extrañamente no me daba asco, supongo que era porque al conocer a Ana de tantos días había notado que era una mujer muy aseada y pulcra en su persona y en sus acciones. Tras enterrarle mi lengua noté un cambio en su temperatura vaginal y más aún un incremento en sus jugos internos. Pensé que se estaba calentando por lo que no dejé de darle lengua e incorporé mis dedos al juego para que acariciaran su clítoris. La respuesta a tal juego no tardó mucho, Ana Paula comenzó a dar unos ...
... taconazos en el piso. Chupé sus jugos como si fuera un naufrago sediento que se hubiera topado con una fuente de líquido vital. Los golpes que Ana daba con sus zapatos de tacón en la loseta de mi oficina eran cada vez más constantes y desesperados. Me pregunté si alguien, allá afuera, notaría tales golpes. Cuando me reincorporé, pude ver que mi asistente había estado mordiéndose uno de sus dedos tratando de contener, supuse, la emisión de algún gemido revelador. Enrollé lo mejor que pude su falda alrededor de su cintura para que ésta no se bajara tras de lo cual deslicé el zíper de mi pantalón para sacar mi falo a través de él, y comenzar a introducirlo por su abertura vaginal. Entrar en tan tremenda mujer era ya de por sí un éxtasis. Sentirse envuelto por las íntimas carnes de una mujer tan fina que hacía todo esto por el bien de su familia me hizo ponerme duro, más aún cuando noté que Ana Paula miró por un instante tal fotografía la que, inmediatamente, abatió sobre el escritorio. Supuse que no quería ver a sus hijos mientras era penetrada por su jefe en el trabajo. Yo la volví a colocar como estaba y vi a aquellos mozalbetes de cuya madre disfrutaba. Me quedé por unos segundos en su interior, disfrutando de su temperatura íntima. No había sido necesario usar condón esta vez, puesto que parte de nuestro acuerdo había sido que, mientras yo le mostrara pruebas médicas periódicas, ella aceptaría mi inserción al natural e, incluso, recibiría de buen agrado mis espermas en sus ...