1. El desahogo


    Fecha: 03/02/2018, Categorías: Confesiones Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos

    ... entrañas por un “bono” extra en cada ocasión que le eyaculara dentro; de tal forma ambos salíamos ganando. De eso se trataba “la clausula del desahogo”, (¡y vaya que esa vez me desahogué!). Ya una vez que su gruta interna se adaptó al invasor, comencé suavemente a sacarlo y meterlo «...uff, y qué señora me estaba cogiendo... pedazo de hembra». Cabe aclararlo, si por algo Ana Paula me ilusionaba no era únicamente por sus trémulas carnes, era, aún más, porque no se trataba de una puta, nada más lejos de una fulana cualquiera. Consideraba a Ana Paula como toda una mujer hecha y derecha que se ganaba su salario, no con su cuerpo, sino que en verdad por su habilidad, inteligencia y capacidad. Cada penetrada que le daba recibía como respuesta un gemido por parte de ella; un gemido bastante cachondo. Traté de provocar que tales sonidos aumentaran de volumen e intensidad incrementando, así mismo, mis metidas en dicho cuerpo de potranca libidinosa en el que yo mismo me empotraba. Siendo honesto, al transcurrir varios minutos, creí que no daría llenadera a tal monumento de mujer. Yo ya sudaba y ella parecía estar muy lejos de cansarse. Decidí que era hora de que fuera ella quien hiciera el mayor esfuerzo así que le pedí ir al sofá en donde me acosté y le dije que se subiera en mí y así me montara. Un tanto avergonzada accedió. Mientras ella hacía los movimientos propios de la cópula yo sólo me dejé hacer. Era muy placentero, aunque pesaba lo ...
    ... suyo, me gustó tenerla encima pues podía agarrarla de las nalgas y meterle un dedo por entre la línea que las separaba. También me sujeté de sus frondosos senos que colgaban sobre mí. Uno a uno los descubrí, sacándolos de sus respectivos receptáculos para poderlos contemplar, acariciar, besar y mamar. Le pedí que se girará dándome la espalda pero que me siguiera montando. Las tremendas nalgas se le veían, en tal posición, terriblemente más grandes. Me atreví a nalguearla. Con tan hermosa vista temí soltar mis fluidos así que le pedí parar y que me brindara una mamada. Con un poco de asco tomó mi humedecido pene y lo limpió con un pañuelo desechable. Era evidente que tal práctica no le era habitual. Se introdujo a la boca mi falo y comenzó a mamarlo. «¡Bendita boquita!» Era una maravilla, tanto que pese a que ya me había hecho a la idea de ponerla en cuatro y así terminarle, ya no aguanté más los espermas y se los dejé ir...pum, directos a la garganta. Dado lo inesperado de tal acción se tragó algunos, aunque el resto los escupió en un kleenex. «Ah qué buen desahogo me dio ese día». Afortunadamente no ha sido el único pues, sin tratar de abusar, cada que me siento estresado le pido unos minutos a solas y, tratando de no distraerla demasiado de sus otras labores (las cuales cumple con cabalidad), la penetro hasta desahogarme. Me encanta de a perrito aunque, en tal posición, a decir verdad, no duro mucho pues verla así me excita muchísimo. FIN 
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