VIVENCIAS IV
Fecha: 07/02/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: XCITANTDLC, Fuente: SexoSinTabues
Aquellas situaciones continuaron con mayor frecuencia las exhibiciones en centros comerciales, los atuendos sexis en la calle, en el transporte público, lo más importante es que seguía calentando a los hombres, muy en especial a mi hermano Antonio que ya se había vuelto un adicto a mi cuerpo en especial a mis pompis que tanto clavaba su mirada, lo mejor de todo es que en todos estos meses el adopto la manía de grabarme en mis eventos y cuando salíamos a pasear. Dentro del ritmo de vida hubo cambio laboral en parte de mis padres, no sabía si era bueno o malo ya que mis padres tendrían que cambiar de residencia lo que los llevaría ausentarse de lunes a viernes y estar con nosotros los fines de semana, obviamente la carga del aseo era para mí y lo digo por lo de la comida. Recuerdo que dos semanas después Antonio, en medio de la borrachera, mi propio hermano, me miró con esa misma expresión con la que me miraban todos los hombres que tanto me deseaban a diario. Mi hermano nunca jamás lo había hecho, tan sugestivamente, evidentemente no era tonto, sabía que tenía una hermana espectacular y así se lo habrían comentado sus amigos. Pero jamás me miró con demasiado deseo. En aquella ocasión, tras la cortina de alcohol que bañaba su mente y sus sentidos, me miró no como a su hermana, no como a carne de su carne, sino a carne que como hombre debía poseer, un cuerpo apetecible que se entregaría al sexo como el resto de las mujeres. Una expresión lujuriosa que me recorrió de arriba abajo ...
... mientras yo estaba allí en el sofá con mi pijama que dejaba mis muslos y mi canalillo al aire. Respiraba más profundo, no solo por el alcohol sino por el deseo de su hermana medio desnuda que le estaba agobiando. Un fin de semana, mis padres hicieron planes. Solía ocurrir a menudo. Me quedaba la casa para mí, era estupendo. Pero esta vez se fueron por separado: mi madre se fue con una amiga a la capital porque querían ver un espectáculo de teatro y quedarse allí, y mi padre junto a Jesús y Juan Carlos se iba a ir con unos amigos a pasar el fin de semana pescando. Antonio tenía una temporada de exámenes, por lo que tampoco iba a disfrutar mucho de la casa en soledad, pero me gustaba la idea de que en ese fin de semana iba a poder cocinar lo que yo quisiera y acostarme cuando yo considerara. La noche del sábado era entonces para mí. Hacía calor, había entrado junio y no teníamos aire acondicionado ni nos lo podíamos permitir. Por la noche abrías la ventana y entraba un poco de fresquito. Allí estaba yo, en la cocina, con mi pijama de verano y un delantal, haciendo un poco de pasta mientras ponía el horno para hacer una tarta. Sin duda, a mis padres les gustaría volver y encontrarse una tarta recién preparada. Todo esto, acompañado de buena música salida de mi emisora favorita. ¿Nunca había cocinado con la radio puesta? Para mí es la vida. Acababa de poner el horno a gratinar y estaba escurriendo los macarrones, cuando de repente llamaron a la puerta. El timbre sonó tres veces, ...