Angel de la guarda (II y final)
Fecha: 08/02/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... -No, ¡porque nunca me dijo nada y siempre estuvo en contacto con ellos! -Y ¿entonces? -Vinieron para llevarme... -Y supongo que te vas a ir, ¿no? -Sí, pero no sin antes despedirme de usted como se merece. -Y ¿qué tipo de despedida me merezco? -Eso lo va a saber esta semana. -¿Toda la semana? -Sí, me voy el próximo miércoles y tenemos casi diez días. No hubo tiempo para mas palabras, se sentó en mis piernas, de frente a mí, y plantó sus labios sobre los míos para fundirnos en un apasionado beso; aún tengo una memoria rescatable y en el baúl de mis recuerdos no encuentro registro alguno de un beso más largo que el que nos unió con Silvia en ese momento. Por difícil que parezca, todo mi ser se concentró en esa pequeña área bucal y mis demás miembros parecían anestesiados, por largos minutos no sentí piernas, brazos, hasta mi pene parecía haber perdido total sensibilidad y únicamente sentía retorcerse a mis labios conjuntamente con los de Silvia, hasta que finalmente liberó mis labios; dejándome la boca con todo su contenido en un total entumecimiento. Pasó con firmeza los brazos por mi cuello y su cabeza se apoyó sobre mi hombro, total silencio en la habitación, apenas perturbado por una pausada pero fuerte respiración, sus dedos ensortijaban mi cabello y mis manos acariciaban su espalda por encima de la tela de su vestido, el tic tac del reloj de pared estremecía la sala y después de unos instantes sentí cómo lentamente mi camisa comenzaba a humedecerse a raíz de unas ...
... lagrimas que goteaban de los tiernos ojos de la mujer que sin proponérselo me había dado y quitado más de lo que se puede dar y recibir. Al compás de las lágrimas de Silvia, mis ojos se nublaban lentamente y un sentimiento desconocido invadió todo mi ser, no era tristeza ni alegría, ni pena ni dolor, no era pesar, era algo inexplicable que supuse era el mismo sentimiento que gobernaba a Silvia y por esa razón no interrumpí su sollozar, era como aceptar el fin de algo que habíamos vivido a plenitud y que ya no podía continuar, quizás el momento sea comparable con el indescriptible sentimiento que para un padre significa ver crecer a su hija, contemplar el final de su infancia, ver cómo se convierte de niña a mujer; sabes que otro hombre pasará a formar parte de su vida y sólo te queda un consuelo; para ti, ella será siempre tu niña; mi Silvita. Contra viento y marea luché por evitar que mis lágrimas fueran descubiertas por Silvia, mi faena fue exitosa y mis vidriosos ojos fueron recobrando la humedad normal. Sin decir palabra, Silvia se levantó para dirigirse a la cocina tratando de que yo no viera su rostro y al cabo de largos minutos volvió hasta donde yo me encontraba. Con los ojos aún humedecidos por tiernas lágrimas, acariciaba mis mejillas con el dorso de sus tersas manos, contemplaba cada centímetro de mi ruborizada faz y suavemente deslizaba sus labios por sobre los míos, me sentí despojado de mi voluntad y que todo mi ser pasaba a propiedad de Silvita. A semejanza de un ...