1. Un pervertido cuento de navidad (1 de 2)


    Fecha: 17/02/2018, Categorías: Gays BDSM Autor: thescreamline, Fuente: CuentoRelatos

    ... volvía loca por esas fechas. - ¿Tienes algún límite? - preguntó. - Ninguno - respondí. - ¿Seguro? - Completamente. - Bien - dijo, sin mostrar ninguna emoción. - Desnúdate. Obedecí. Era tal el poder que le había entregado, que ni siquiera me molestó que no estemos en mi habitación. Me saqué la ropa y la tiré en el piso. - Gira - me ordenó. Me di la vuelta, sintiéndome como una especie de ganado al que están evaluando cuánto vale en una carnicería. Pero mi nivel de ansiedad comenzaba a aumentar y mi nivel de excitación también. - Mis pies están cansados - indicó. - Me gustaría estirarlos. Lo miré sin comprender lo que me estaba pidiendo. Lanzó un suspiro de fastidio, como si yo fuera un tonto que no comprendía sus indicaciones. - Quiero que hagas de mesa, estúpido - indicó. - ¿Eres retrasado o qué? Corrí hacia sus pies y me tiré en el piso apoyado por mis rodillas y mis manos. El que me haya insultado, me encendió de una forma que nunca imaginé. Carlos apoyó sus piernas huesudas sobre mi espalda, como si yo fuera concretamente una mesa. - Arquea la espalda - me ordenó, con fastidio. - ¿Así te cogía mi amigo? Entiendo por qué te dejó. Fue una herida en mi ego. Pese a que ya había superado a Martín, me dolió esa burla. Pero al mismo tiempo, me volvió a encender que me humillara de aquella manera. - Nunca se quejó de cómo lo hacíamos - atiné a defenderme. - Contigo no se quejaba - se jactó. - A lo mejor después de que yo te entrene, puedes volver con él y hacerlo disfrutar del ...
    ... sexo. Tal vez así no te deje. Me quedé callado. Carlos entendió que me había fastidiado y lanzó una carcajada. Aquello no sólo era un juego físico, sino también mental. Quería humillarme de todas las formas posibles y yo estaba predispuesto a que lo hiciera. - No te enojes, no te enojes - me dijo. - Mira, ven aquí. Sacó sus piernas de mi espalda y vi que me hacía señas para que me aproxime hacia el sillón. Me incorporé pero quedé de rodillas. Cuando me acerqué hacia él, aproximó su rostro y entonces me escupió. Me quedé sorprendido pero más excitado que nunca. La saliva de Carlos estaba en mi ojo derecho y descendía hacia la mitad de mi cara, al borde de entrar en mi boca. - Escúchame bien - me dijo. - Quiero que quede algo en claro. Tú eres mi mascota, ¿lo entiendes? Mi juguete personal y tu única misión en tu vida va a ser complacerme, ¿está claro? - Sí, está claro - le dije. Me abofeteó. Lancé un pequeño alarido del dolor. - Amo - indicó, inmune a mi queja. - De ahora en más me vas a decir Amo. O Amo Carlos, que me gusta más. ¿Está claro? - Sí, Amo Carlos - respondí. Se rio sin sonido. Un escalofrío me recorría la espalda. Había firmado un contrato de ser sumiso de aquel hombre que, sin siquiera desnudarse todavía, me excitaba como nadie lo había hecho hasta el momento. Se puso de pie y desabrochó la cremallera de su pantalón. Su miembro saltó directamente a mi cara. Era gordo, grande, totalmente desproporcional a su físico delgado. Abrí la boca para metérmelo cuando recibí ...
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