1. Sandra, una mosquita no tan muerta


    Fecha: 07/03/2018, Categorías: BDSM Autor: zipoton, Fuente: RelatosEróticos

    ... sexo. Después nos duchamos y masajeamos mutuamente. Sandra me dijo suavemente pero con voz autoritaria: -"Quiero que me folles como es debido." Me dijo que me secase y le esperase en su cuarto. Obedecí y me tumbé en su cama. Al cabo de un rato apareció Sandra. Esta vez llevaba puesto un tanga de cuero negro con una abertura que dejaba ver su coñito depilado. En las manos tenía unas largas tiras de seda roja, un látigo de cuero y acero y varios juguetes sexuales, entre ellos un arnés collar de perro, que al instánte me colocó. "- Puto perro, esta vez me vas a complacer bien", dijo en tono autoritario. "- Joder con la mosquita muerta", pensé, sintiéndome a la par confuso y excitado. Lo primero que hizo fue sujetarme fuertemente las manos y atraerme las muñecas al cabecero de la cama, boca arriba. Esa sensación de descontrol era nueva para mí, y me resultaba extremadamente excitante. Ella fue subiéndose encima de mí hasta que me puso su coñito sobre mi boca. Con ligeros movimientos, iba frotándose sus partes con mi barbita de dos días. Se notaba que estaba excitada porque noté sus flujos cayendo por mi cara. Ella en cuclillas y yo comiéndole con mi lengua, cada vez más profundamente. Sandra, en silencio, bajó hasta mi miembro que se encontraba en una erección brutal. De espaldas a mí, se colocó encima y comenzó a penetrarse el culo con él. No me lo podía creer. La Sandrita modosita y recatada era una puta viciosa, y a mí me ponía a mil. Parecía una experta que se movía con ...
    ... ritmos perfectos y consiguió que llegase a un orgasmo como pocas veces había tenido. “- ¿Te gusta follarme el culo, cerdo?”, me susurró al oído. “- Ahora te toca a ti.” Me liberó de mis ataduras y me ordenó que me diese la vuelta. Comenzó con unos azotes en mis nalgas con su látigo, hasta ponérmelo rojo. Hice una pequeña queja y ella, con tono dominante, aumentó la intensidad de los latigazos, llegando a hacerme daño de verdad. Insinuó que si no la obedecía, cada vez lo iba a pasar peor. Acabando su castigo, metió uno de sus dedos en mi ano. Habiendo probado de todo en materia sexual, nunca me había dejado tocar el culo ni había tenido curiosidad por qué se siente. Sorprendentemente, me gustó, seguramente porque Sandra sabía como hacerlo. Cuando hubo dilatado bien mi ojete, sacó de un cajón un juguetito, un vibrador con forma de pene muy bien dotado, y lo lubricó. Reconozco que estaba muy nervioso y no sabía cómo reaccionar. Nunca antes una relación sexual me había hecho sentir miedo, pero estaba superexcitado y no iba a reconocer ante Sandra mis temores. Lo introdujo con fuerza y de un solo movimiento, lo que me dolió hasta mis entrañas. Estaba confuso porque sentía un dolor tremendo pero ganas de más. Sandra seguía dándome caña con su miembro de látex y de pronto, bruscamente, el dolor se transformó en un inmenso placer. Volví a eyacular de una forma bestial, esta vez manchando sus sabanas y mi pecho, al estar tumbado boca abajo. Durante varios días, recordando ese momento creía ...