Las desventuras de Elvira y Valeria - Relatos Eróticos

Las desventuras de Elvira y Valeria

La mujer esquivó dos motos, pensando por un momento que quizá estaban a punto de atracarla, pero luego desechó la idea. El barrio de La Ponderosa, en la ciudad argentina de Zárate, no era precisamente el indicado cuando lo que se buscaba era un poco de dinero fácil. Ni siquiera las esclavas callejeras solían dejarse ver, teniendo por seguro que su calidad de vida mejoraría mucho en un vertedero más céntrico o en el contenedor de un barrio de clase alta. En aquel barrio solamente vivían familias miserables. Por todas partes se veía cómo las mujeres de cada familia eran expuestas desnudas a merced de cualquier adolescente que quisiese pagar 3 o 4 dólares por correrse en el culo de una jovencita. Por suerte aquel no era el caso de María, una mujer más bien madura, morena, de 1,55m de altura y de unos 30 años, que se las había apañado para tener siempre algo de información o de valor que intercambiar por comida o favores que le pudieran permitir arreglar desperfectos en su pequeña y ruinosa casa. Ella era una de las pocas que había heredado un pequeño inmueble de sus padres, unos inmigrantes italianos. Cada vez eran menos frecuentes las mujeres de su edad pero ella había conseguido cumplir los 30 tratando de no endeudarse ni de hacer nada que pudiera ser considerado ilegal. Además, claro, de evitar casarse. Había llegado a aquella calle corriendo porque una vecina le había avisado de que un coche lujoso se encontraba dando vueltas por La Ponderosa.

María había pensado que tal ...

... vez sus ocupantes necesitasen algo, lo que sea. Cualquier cosa que justificase su ayuda y, por supuesto, un pequeño ascenso en la escala social… así se había hecho toda la vida.

Cuando al fin divisó el coche, un Porsche rojo que reconoció casi al instante, no por la marca sino por lo que desentonaba ante las tonalidades marrones y verdes apagadas de aquel barrio del diablo. El coche iba lentamente y la calle estaba casi desierta. Tal vez tendrían agentes de seguridad dentro, debido a lo peligroso que debía de ser llevar un coche de lujo por aquel lugar, sin embargo allí estaba el coche y allí estaba también María. Se acercó por el lado de la acera rápidamente hasta colocarse a la par y simplemente caminó a su velocidad intentando no parecer desesperada, hasta que vio que la ventanilla se bajaba para mostrar a una joven rubia que llevaba los pechos al aire.

—Tú, ¿cómo te llamas?

—María, señorita. ¿Necesita algo de por aquí? Es peligroso traer un coche así por este barrio, aunque sea a estas horas de la mañana. Le aconsejo que tenga cuidado en determinados lugares.

—No te preocupes por eso. Estoy buscando a una muchacha.

—Si me da algunas indicaciones podría decir dónde encontrarla.

—Más o menos tu mismo tono de piel, el mismo color y largo de pelo, tu misma altura, una voz parecida a la tuya, los mismos ojos negros que tú.

María se quedó callada unos instantes. No era especialmente lista pero había aprendido a no desaprovechar las oportunidades que la vida ...