Venganza
Fecha: 18/04/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: TuesdayScripter, Fuente: TodoRelatos
... pies. Sin perder tiempo, tomé mi polla y volví a introducirme en su interior. Julieta emitió un gemido alarmante mientras yo extendía al máximo sus delgadas piernas. Así fue como su vagina abierta y húmeda quedó totalmente a mi disposición, y sentí que en cualquier momento podría venirme con la imagen de sus dedos rodeando su clítoris.
—Te gusta esto, ¿eh? —exclamé, sin poder detenerme—. Qué buenas caras haces.
En efecto, su rostro era una obra teatral. Apretaba sus dientes y su flequillo se movía al compás de mis estocadas. Sus pómulos y frente eran un compartimiento especial de su erótico sudor. La forma en que movía sus dedos y su estrechez creciente me confirmaron que estaba a punto de llegar al clímax.
—¡¡¡Jodeeer, Diooos!!!
Mi cabeza daba vueltas ante su reacción. Ella intentaba recuperarse cuando yo seguía penetrándola. Mis caderas tenían vida propia y mis manos terminaron jalando sus pezones. Noté que le dolía, pero no podía parar. Tal y como lo había dicho antes, era unanimal. Estaba sediento de su cuerpo, era mi segunda vez cogiendo esta noche y con mujeres diferentes. La tristeza que suponía el engaño de Eva se estaba transformando en un deseo incontrolable por tener sexo.
—M-me gusta mucho eso que haces, n-no p-pares…
Julieta saltó un radar en mi interior. Me incorporé y busqué la manera de refugiarme en sus labios de nuevo. Su lengua, esta vez más ávida, exploró cada rincón de mi boca, acariciando mis dientes con una suavidad que me erizó la ...
... piel. Ese sabor, una explosión de dulzura que ahora era tan intrínsecamente suyo, me elevó a un plano celestial. Un cosquilleo de placer recorrió mi cuerpo, y antes de que pudiera alargar el momento, minutos después me corrí en su interior. Descargué violentamente toda mi semilla en su vagina, y mis músculos se relajaron, cediendo ante la sensación de ligereza que me inundaba.
Ella intentó decir algo segundos después, pero yo me moví para alejarme y apreciar la forma en cómo mi semen se escurría hacia su ano. No recuerdo haber tenido un polvo tan intenso con mi mujer en los últimos meses.
—¿Estabas esperando que esto sucediera, cuñada? —le pregunté, levantándome con dificultad del suelo. El dolor punzante en mi rodilla me hizo preguntarle por su estado—. ¿Estás bien? Perdóname por hacerlo… así.
—¿Te crees que pidiéndome perdón vas a borrar el hecho de que me preñaste?
—¿Qué? —fruncí el ceño, pero enseguida me relajé—. ¡Venga ya! ¿No es un día seguro? —me quedé en silencio, esperando su respuesta, pero no llegó—. Te dejaré unos pavos para que te compres una pastilla. Mejor levántate de ahí, ¿te ayudo? —pregunté, extendiendo una mano hacia ella.
Por fortuna, terminó aceptando mi ayuda y, por fin, tuve tiempo de contemplarla desnuda enfrente de mí. Su piel era tersa y agradable como el roce de una pluma; resplandecía con un brillo natural, único y juvenil.
—Déjame el dinero en la mesa y vete —de repente exclamó, estirándose para recoger su ropa.
—Bueno, ¿pero ...