El maestro y la viuda
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
... por su cuenta le sería más rentable y cómodo. Entonces ella aceptó mi propuesta y yo apenas logré contener mi alivio. Le entregué una copia de las llaves de mi casa para que ella pudiera ir cuando le conviniera. Ya iba a despedirme, cuando la señora me invitó a tomar café.
Entonces sí me pasó a la salita. Llevaba puesta una sencilla bata, lo cual me hizo fantasear. Imaginé que debajo debía llevar sólo la ropa interior, cuando la hermosa madura me preguntó sobre Moisés.
— ¿No está por aquí?
— No —respondió.
— Ha cambiado bastante de actitud. Por lo menos no hace trastadas todos los días, incluso le he visto estudiando.
Maricruz quería decirme algo, pero le costó arrancarse, pero al final lo soltó.
— El otro día le pillé masturbándose —dijo, secamente— Y ahora me mira con desdén, de forma arrogante porque se dio cuenta de que me pasmé al ver el tamaño de su… bueno, ya me entiende.
— Maricruz, tienes que darte cuenta de que Moisés es ya un hombrecito.
— ¡Hombrecito! —rezongó— Si utilizaba las dos manos, así.
La trastocada mujer colocó una mano a continuación de la otra, sin que índice y pulgar se alcanzasen a rozar, y hasta yo enarqué las cejas en señal de admiración.
Nos tomamos el café. Me explicó que ahora Moisés la miraba sin pudor, que le prestaba excesiva atención.
— Sabe, la otra tarde le pillé mirándome los pechos mientras me ponía el sostén, y husmea en el cajón de mi ropa interior, estoy segura —declaró contrariada— No lo entiendo. Lo ...
... revuelve todo y, bueno, ya son dos las bragas que me he encontrado hechas un gurruño, como acartonadas, ya me entiende…
— Sí, creo que sí.
Traté de quitar importancia al tema, achacando la culpa a la pubertad y la curiosidad propia de esa edad. En la cocina, me acerqué a la atractiva viuda por la espalda mientras ella lavaba las tazas, pasé los brazos alrededor de su cintura y le susurré al oído.
— ¿Te ayudo?
Apreté mi sexo contra su trasero, que se tensó en el acto. Como permaneció quieta, comencé a besarle el cuello. Mis manos le quitaron una taza de las manos para evitar que se le cayera. Luego le comencé a desabrochar la bata, y pronto las yemas de mis dedos estuvieron en contacto con sus senos. Pero Maricruz, que seguía de los nervios, abrió inesperadamente el grifo en vez de cerrarlo.
— ¡Mira lo que has hecho! —dijo con enojo, girándose y dándome un golpecito en la mano que un instante antes asía su pecho— Le voy a decir a Jip que te muerda.
La desconcertante infantilidad de aquella señora me gustaba más que nada en el mundo. El agua había salpicado dejando la bata empapada, pero los dos reímos como idiotas mientras el perrito no paraba de enroscarse en nuestras piernas, queriendo participar de la diversión.
— Tranquilo, pequeño —dijo al animalillo, tomándolo del suelo— Este hombre no va a hacerle a mamá ningún daño, ¿a qué no?
— Nunca —contesté.
— Vamos, se cariñoso y besa a Jip.
Era imposible negarme a besar al perrito cuando ella me lo ...