1. El maestro y la viuda


    Fecha: 23/04/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... al asunto. En cambio, la suya fue una sonrisa forzada y nerviosa.
    
    Comencé a exponer un repertorio de quejas a cerca de Moisés, que si las tareas para casa sin hacer, que si las interrupciones causadas en clase, etc. Su gesto me iba transmitiendo una progresiva sensación de agobio. Hasta que al final comenzó a gimotear. Francamente, no fue mi propósito provocar en ella tal malestar, sino ponerla en antecedentes.
    
    — Perdone —me disculpé—, no quería atosigarla de esta manera. Es que aún estoy enfadado con Moisés. Pero tampoco es para tanto.
    
    — No, disculpe usted —me rectificó Maricruz cortésmente— Estoy atravesando una mala racha, y mi hijo no me ayuda en nada.
    
    Maricruz me resumió el giro que había dado su vida desde la muerte de su esposo, como se había refugiado en su fe y su amor a Dios para superarlo. Pero ahora ella tenía que trabajar y ganar dinero. No podía atender constantemente al muchacho. Me emocioné tanto al verla llorar, que me ablandé y la abracé.
    
    — No llore, mujer. Verá como todo se arregla.
    
    Intenté calmar su tristeza acariciándola la mejilla y cogiéndola de la mano. Fue un acto involuntario. Quizás pueda parecer sospechoso, pero juro que no pretendía nada en ese momento, que mi empatía era honesta.
    
    — Para colmo, este mes se me queda vacía una de las casas a las que voy a limpiar, pues los señores se marchan a la capital.
    
    Intenté que se calmara, que dejara escapar todas sus preocupaciones, a las que debía sumar el deficiente comportamiento ...
    ... de su hijo. No paraba de estremecerse y sollozar.
    
    — Bueno, mujer. Le saldrá otra cosa, seguro.
    
    En fin. La tentación de sus labios era cada vez mayor. El aula estaba vacía y no había nadie en el pasillo. La cogí con ambas manos de la cintura y la acerqué a mí de forma protectora. Ella se dejó abrazar, y acerqué mi boca a su mejilla sin que me diese cuenta de lo que hacía.
    
    Aún incorrecta, aquella muestra de afecto duró unos segundos, lo suficiente para comprobar que ella también albergaba afectos contradictorios con respecto a mí. Fueron unos instantes deliciosos y tiernos, pero ella se separó de mí precipitadamente, se tocó la mejilla sin dar crédito y salió corriendo. No sirvió de nada que saliera detrás de ella y la llamara.
    
    — ¡Perdóneme! ¡Lo siento! —grité.
    
    Me avergonzó haber aprovechado la debilidad de Maricruz. La vi alejarse arrastrando a su hijo de la mano.
    
    — ¡Como tenga que volver a hablar con don Alberto, te juro que te acuerdas! —reprochaba a Moisés como si éste fuese un niño.
    
    Pasé unos días meditando, preocupado, pero no me arrepentí de lo sucedido. No había sido mi intención besarla y, más allá de mis fantasías, esa era la primera vez que ocurría algo entre la madre de un alumno y yo. Por eso me sorprendió mucho ver a Maricruz al otro lado del cristal de la puerta esa mañana.
    
    Estaba cambiada. Se había arreglado el pelo, maquillado y puesto una blusa bastante ceñida. Enseguida me indicó que necesitaba hablar conmigo, y me preocupé. Se pasó por ...
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