1. El maestro y la viuda


    Fecha: 23/04/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... el aula al final de la mañana y me pidió disculpas por haber sido tan brusca conmigo. Charlamos con confianza sobre el progreso de Moisés y, justo antes de marcharse, me invitó a tomar café en su casa cualquier tarde. Naturalmente, acepté su invitación.
    
    Me sorprendió la actitud voluble y caprichosa de Maricruz. Había sido inesperadamente amable y me había agradecido reiteradamente el interés que me tomaba por su chico. Según ella, yo era el primero que se preocupaba por el futuro de Moisés. Lo que me desconcertó fue que la viuda me invitase a su propia casa después de afirmar que Moisés necesitaba una figura paterna, un hombre respetable que le sirviese de ejemplo a seguir.
    
    Me presenté allí un par de días después, a las cinco de una preciosa tarde soleada. No me vestí de una forma especial, unos simples vaqueros y una camisa a cuadros, nada más. Me abrió la puerta Moisés, que me miró con gesto serio u huraño, molesto de verme.
    
    Al atravesar el vestíbulo me encontré con el dichoso perrito. Se llamaba Jip, diminutivo de Gipsy, un bichón maltés completamente blanco. Me agaché para acariciarlo con ternura, pues mis buenos deseos por la señora de la casa se extendían hasta él, pero me enseñó los dientes con recelo.
    
    Moisés me acompañó a una salita y Jip se refugió debajo de una silla, gruñendo y sin consentir la menor familiaridad. Era una casa de campo pequeña pero bonita rodeada de un jardín bien cuidado. La susodicha salita era chiquita y acogedora. Pronto se presentó ...
    ... Maricruz, y me saludó con visible inquietud.
    
    La falda hasta la rodilla dejaba ver unas piernas preciosas en las que no había reparado hasta entonces, pero fue su suéter ajustado lo que me entusiasmó de verdad. No había imaginado que se pudiese estar tan guapa vistiendo de luto. Me invitó a ponerme cómodo y, al rato, trajo una bandeja con un par de tazas de café y unas pastitas preparadas por ella misma. En aquel himpás, me percaté de que todavía portaba la alianza de casada.
    
    Mi anfitriona se sentó frente a mí y tomó al perrito en sus brazos, acariciándolo con mimo. Al principio no tuve claro cómo romper el hielo e iniciar la conversación, pero viendo que su incomodidad, opté por quitarle hierro al mal comportamiento de su hijo.
    
    — La verdad es que Moisés no es malo, sólo quiere llamar la atención, destacar, dárselas de fuerte, de malote. También puede que sienta incómodo dando pena a los demás por haber quedado huérfano— Maricruz me interrumpió.
    
    — No sé, Alberto. Conozco a mi hijo y es muy rebelde. Usted no sabe lo que me está haciendo pasar. Debo estar haciéndome vieja, ¿verdad, Jip?
    
    La miniatura de perrito cerró los ojos descuidadamente mientras ella besaba su cabecita y, en respuesta, hizo un ruido similar al de un puchero hirviendo sin dejar de vigilarme
    
    — Por favor Maricruz, no diga tonterías —protesté— Sigue siendo muy bonita. Yo mismo no pude resistirme el otro día, recuerde.
    
    — Es muy duro que, al faltar su padre, yo me vea obligada a andar enojada ...
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