1. Bautizando el culo de mi casera Ramira


    Fecha: 03/05/2024, Categorías: Anal Autor: Chavavilla, Fuente: CuentoRelatos

    Trabajé como gerente de ventas de una farmacéutica, pero después de mi divorcio perdí muchas cosas, entre ellas mi trabajo y mi casa. Así que sólo me quedó un auto con el cual me dediqué a chambear de Uber. Vivía donde podía y a veces hasta en mi auto.
    
    Pero quiso mi buena suerte conocer a una señora madura rubia, chaparrita, de tetas no tan grandes pero deliciosas y unos muy bien torneados muslos. Sus vecinos y clientes le llamaban Ramira, pues era el nombre que tenía su negocio de venta de comida a domicilio y gracias a una amistad en común, ella me rentó un cuarto en su departamento para tener una entrada de dinero más. La señora nunca dormía ahí, sino en casa de su mamá con su hija, solo utilizaba la cocina del departamento para preparar la comida de su negocio o para recibir alguna amistad en su sala, pues aún estaba amueblado y de esa manera no le causaba molestias a su mamá. Por eso casi siempre la veía en fachas, con el cabello amarrado y sin maquillar, por lo que casi no se notaba la voluptuosidad que escondía su suculento cuerpo.
    
    Hasta que un día quiso el destino que conociera la ricura de aquella madura. Llegué por la noche al departamento coincidiendo con que ella iba saliendo muy maquillada, con el cabello suelto, un rico perfume floral y dentro de un vestido sin tirantes, de tela semitransparente por cuyo escote dejaba adivinar un rico busto; muy entallado en la cadera y sobre todo corto porque dejaba ver un par de piernas cubiertas por unas sensuales ...
    ... pantimedias naturales y con un par de sandalias de plataforma, que se sujetaban muy sexi en sus tobillos. Sorprendido le lancé un piropo, diciéndole que dónde había escondido a la señora Ramira.
    
    Ella algo apenada me dijo que saldría a bailar con su novio, qué pasaría en su carro por ella, así que se apresuró a bajar las escaleras del edificio, llevando su bolso y un saco negro en una mano mientras que con la otra tomaba el barandal para no caer. Me quedé mirando como bajaba las escaleras mostrando aquellas piernas tan suculentas que se veían aún más torneadas por aquellas pantimedias, mientras sus tacones de aguja sonaban eróticamente sobre los escalones.
    
    Mi miembro se puso duro pero no me quedó de otra que irme a dormir al cuarto sin imaginar que mi suerte cambiaría en unas horas. Cómo a eso de las dos de la madrugada del día siguiente un ruido me despertó, alguien trataba de entrar en el departamento, pero no podía, así que me levanté y al ver por la mirilla me di cuenta que era mi casera que al parecer no podía meter la llave en la cerradura de la puerta, así que me apresuré a abrirle. Cuando entró me percaté que la madura venía un poco mareada, con su saco negro puesto y además con los ojos llorosos.
    
    Ella me dio las gracias y me pidió que me fuera a dormir pues no quería molestarme más. Le dije que sí pero que antes pasaría al baño, pensando en que mi verga se desinflamaría después de orinar. Cuando salí, la señora Ramira estaba sentada en la mesa del pequeño comedor, ...
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