La Isla del Pecado
Fecha: 06/05/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Zorro Blanco, Fuente: TodoRelatos
... con la otra mano me frotaba todo mi sexo.
No contenta con esto, alcancé a ver un fruto tropical alargado, era muy dulce y lo solíamos comer hasta que se terminaron, pero allí quedaba uno. Su forma me recordó la de un falo erecto así que presa de mi excitación lo tomé y lo introduje en mi sexo.
Gocé como ya no recordaba al sentirlo dentro, por mi mente se cruzó una escena del falo que acababa de ver de mi hijo y me imaginé que éste me penetraba. ¡Si, era terrible! Pero estaba tan sola en aquella isla perdida.
Me sentí muy culpable por ello, pero seguí y seguí penetrándome hasta que un placer tan grande se apoderó de mí que me hizo caer de bruces contra el suelo mientras me retorcía en un éxtasis ímprobo.
Tras esto, noté que mi sexo me dolía y empecé a pensar que aquella loca idea iba a tener sus consecuencias, como así descubriría después. El fruto me había irritado mis partes íntimas con su roce.
A continuación, me arrepentí de mi pecado, tan intensamente como me había entregado al goce, pero más tarde concluí que tal vez el señor supo poner aquella tarde allí a mi hijo para que yo aliviara mi sufrimiento en aquella isla y me olvidara por unas horas de nuestra desgracia. Esto apaciguó mis pensamientos y me sobrepuse.
13 de junio de 1621
A partir de aquel día, seguí acechando a Carlos, quien casi todas las tardes volvía al mismo sitio para masturbarse. Mientras yo me unía a él espiándolo desde cerca. Me deleitaba contemplando su larga verga, cómo él ...
... la movía arriaba y abajo y finalmente, cómo esta escupía su semilla al terminar. Todo un espectáculo para recrear la vista de una mujer sola en una isla desierta.
La vida en la isla se estaba haciendo monótona y salvo por mis deslices por las tardes espiando a mi hijo, el día se resumía en buscar algo que comer y un poco de leña y hojas secas para encender fuego que nos permitiese cocinar y calentarnos en las noches cuando refrescaba.
Como la isla era grande y aún no sabíamos si había indígenas o incluso otros náufragos desdichados como nosotros, nos dedicamos a hacer excursiones para conocerla y así completamos su circunvalación andando por las de las playas o subiendo a las rocas donde no había playa y los acantilados se sumergían en la espuma de las olas que rompían contra ellos.
Ahora estábamos seguros de que estábamos solos, de que la isla era bastante grande y que podía proveernos de suficientes recursos alimenticios y que nadie más había allí, salvo nosotros.
La relación con mi hijo Carlos cambió mucho desde que tomé la decisión de echarlo de mi cama, pues casi no me hablaba y si lo hacía mostraba su mal humor
Pero desde que empecé a espiarlo en sus masturbaciones todo cambió, ahora yo lo mimaba más, de vez en cuando le daba un beso en la mejilla y le decía lo mucho que lo quería, y hasta me permitía acariciarle su fornido pecho desnudo bromeando sobre lo fuerte que estaba. Admito que este acto me excitaba y que no me resistía a hacerlo a pesar de mis ...