1. Mi mujer. Mi puta


    Fecha: 15/05/2024, Categorías: Hetero Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos

    Tras un tiempo sin publicar nada, he vuelto. Lo haré de otra manera, de otro modo. Mis historias, en esta ocasión, no tendrán continuidad. Comenzarán y terminarán con cada relato.
    
    Pido disculpas a quiénes estuvieran esperando por la continuación de aquellas historias que dejé a medias, pero no tengo intención de continuar ninguna de ellas.
    
    Quiero agradecer a todos los que me han estado esperando, por su paciencia y fidelidad. Y quiero agradecer a todos aquellos que tengan la paciencia necesaria para seguir leyéndome.
    
    Disfrutad.
    
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    - Ven, mi amor. Acércate. Quiero sentir tu deseo y… tu polla.
    
    De este modo me recibió mi querida esposa al llegar del trabajo. Estaba en nuestro dormitorio, de pie junto a la cama. Vestía una blusa de color claro, casi blanca. Por la forma en la que sus pezones se hacían notar, era evidente que no llevaba sujetador. Una minifalda negra, mucho más corta de lo que nunca ella había usado, que apenas era capaz de tapar su sexo, dejaban ver sus torneadas y espléndidas piernas. Se había subido a las preciosas botas, también negras, que hacía pocos días había pedido a través de una página de compras online.
    
    - ¿No te vas a acercar? Quiero sentir como tu polla se alegra de verme –me dijo de nuevo, mirándome de forma encendida y provocadora, deslizando su mirada desde mis ojos hasta el incipiente abultamiento de mi entrepierna.
    
    Solté el maletín en el suelo y me deshice de la chaqueta del traje antes de ...
    ... acercarme a ella. Por un momento pensé que mi mujer olería a alcohol, que habría bebido. Hacía muchos, muchísimos años que Silvia no se comportaba así. Follábamos, claro que lo hacíamos, pero nuestros preliminares nunca tenían tanta dosis de morbo.
    
    Pero no. Silvia no olía a alcohol. Olía a perfume. A un perfume embriagador, suave y ligeramente dulce que penetró en mi cuerpo a través de mi nariz, para seguir despertando cada una de mis células, para provocar aún más mi deseo.
    
    Cuando estuve lo suficientemente cerca, ella se agarró a mi cuello, haciendo que mi cabeza se inclinara sobre la suya lo suficiente como para poder penetrar con su lengua en mi boca, buscando mi propia lengua, metiéndola y sacándola con absoluta pasión y entrega. La movió como una verdadera diosa, como una perfecta amante: como una puta.
    
    A eso me recordaba. A una de aquellas putas con las que en alguna ocasión, en alguno de mis viajes, o tras una larga jornada de reuniones y tensiones, acudía tras una llamada de teléfono para dejarme llevar por ellas hasta el Olimpo del placer.
    
    Silvia se estaba comportando como una de ellas, como una verdadera puta. Como una de aquellas chicas, generalmente 15 ó 20 años más jóvenes que ella, con cuerpos despampanantes, sonrisas cautivadoras, ropas perfectamente elegidas, que realzaban de forma notoria cada parte de su cuerpo, ya de por si endiabladamente atractivo y seductor, y con aquellas miradas de ojos encendidos y provocadores, que las hacían completamente ...
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