Mi mujer. Mi puta
Fecha: 15/05/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos
... irresistibles.
No sabía el motivo de tal comportamiento. Tampoco me preocupaba. Lo único que en ese momento ocupó mi mente era la idea de aprovechar ese magnífico regalo que Silvia me ofrecía.
Ahora fueron mis manos las que se dirigieron primero a su cintura, para apretar su pubis contra la ya evidente dureza de mi polla, acompañando a la presión que ejercí de un bamboleante movimiento de mi propio cuerpo. Sin dejar de besarnos, sin dejar de restregar nuestras lenguas, metiéndolas y sacándolas constantemente de nuestras bocas, saboreando cada milímetro de la boca del otro, mis manos se deslizaron hasta agarrarse a su siempre seductor y tentador culo.
El culo de Silvia siempre me ha resultado extremadamente dulce, apetecible y tentador. Desde el primer momento en que la vi, mis ojos radiografiaron su cuerpo, con especial atención a su culo. Desde ese primer momento, mi fantasía con ella era follarle el culo. Llenarlo con mi tranca, mostrarle otro camino a su propio placer y depositar en él el fruto del mío. Así se le hice saber en cuanto tuvimos la suficiente confianza. Y, aunque ella no era muy partidaria del sexo anal, en alguna ocasión, sobre todo al principio de nuestra relación, me ofreció la entrada a su cuerpo por la puerta de atrás.
Desde hacía varias años, por desgracia para mi, las visitas a su lado más oscuro se habían ido distanciando, hasta casi desaparecer por completo. Por eso, cuando esa tarde comencé a palpar su mojado coño por encima de su ropa ...
... interior y Silvia me pidió que la preparara el culo para follárselo, me sorprendió.
- Mi amor, sé que lo deseas: prepara mi culito para que le dé la bienvenida a tu polla como merece –me dijo.
- ¿Estás segura? –le pregunté, dejando por un instante de comerle la boca, aunque sin dejar de acariciar y manosear su coño.
- Estoy completamente segura. Deseo sentir tu verga en mi culo –respondió, a la vez que con su mano derecha palpó y sopesó mi erección, comenzando de inmediato a desabrochar mi pantalón hasta lograrlo y deslizar su hábil mano bajo mi ropa interior, para acariciar suavemente mi polla.
Evidentemente, no necesité más invitaciones. Hice que Silvia se girara sobre sí misma, dándome la espalda. Pegué de nuevo mi cuerpo al suyo. Ahora con la polla fuera de la ropa, la restregué por encima de su minúscula minifalda, mientras mis manos bajaron desde su boca hasta sus tetas, desabrochando un par de botones de la blusa para tener acceso directo a sus erectos pezones.
Su reacción fue la de siempre cuando estimulo sus pezones: gimió. Lo hizo de forma sonora, con fuerza, sin miedo a que nos pudieran oír desde las viviendas vecinas.
A continuación, con una de mis manos subí lo suficiente su minifalda hasta llegar a su cintura y permitir que mi polla rozara directamente sobre su piel: tan suave, tan cálida y tan tentadora.
Silvia movía su cuerpo contra el mío, a la vez que yo hacía lo mismo contra el suyo, de tal forma que mi polla se deslizaba constantemente ...