Diario de un Consentidor 183 Los ausentes
Fecha: 31/05/2024,
Categorías:
Intercambios
Autor: Mario, Fuente: TodoRelatos
... ambiente, algo me decía que no estaba todo hablado. Recogí en silencio la gabardina. Te dejas el móvil, dijo y volví a abrir el bolso bruscamente a punto de volcarlo.
—Un momento, voy a por el kimono. —dijo de forma atropellada, enseguida regresó con un discreto paquete.
—Vaya, nuestro conserje se va a quedar con las ganas de saber qué contiene. —bromeé sosteniéndolo en las manos. Había sido todo tan violento, sin embargo no había tratado de retenerme; una sombra de remordimiento me pesaba.
—Olvidaba el conjunto. —dijo interrumpiendo mi mala conciencia. Le detuve.
—Déjalo, ya te dije que era un regalo.
Caminamos hacia la puerta, yo seguía dándole vueltas a esa locura; tenía unos pocos segundos para decidirme.
—Ah, por cierto, tengo que pedirte un favor-
—Tú dirás.
—Verás —comencé a improvisar sin llegar a mirarle a la cara—, menos mal que apareciste justo a tiempo antes de que tuviera que pagar en la cafetería porque, en fin, he olvidado la cartera en casa, uno de mis clásicos despistes; además, he llegado con la reserva casi agotada, no quise entretenerme a repostar…
—No digas más —me hizo callar echando mano a la solapa.
—Me resulta tan violento…
—Por favor, Carmen. —Sacó la cartera y comenzó a mover billetes—. Solo llevo de diez mil…
Nuestras miradas se quedaron enganchadas. Yo insegura, él expresando un mudo reproche. Atrapada en mi propio enredo me sentí más desnuda que nunca. Ahí estaba, con la mano en la cartera y la mirada ...
... clavada en mis ojos. Debería haber dicho algo.
—¿Sabes una cosa? —dijo comenzando a separar uno a uno varios billetes—, quiero hacerte un regalo, cómprate algo, un anillo, unos pendientes —Su voz me sacó de la parálisis en la que me hallaba, bajé la vista hacia su mano que ya acumulaba cincuenta mil—, ojalá pudiera acompañarte pero te podría poner en una situación incómoda. —sacó los billetes y me los ofreció.
Él lo sabía, su sonaba tan distinta. Sentí un intenso calor en las mejillas.
—Tomás, no tienes por qué…
—Por supuesto, tan solo es un pequeño detalle, una muestra de lo que te aprecio, nada más. Anda, cógelo.
Me temblaba todo el cuerpo, estaba sucediendo, la mirada de Tomás había cambiado.
—Gracias, eres muy generoso. —¿Cómo pude decir aquella frase? Tomás restó importancia con un gesto.
—Y guárdalo en tu billetero rojo.
—Noté cómo la sangre abandonaba mi rostro. Le miré; debió de ver todo el estupor que me produjo.
—Te vi llegar en taxi, además has dejado el bolso abierto en más de una ocasión, cielo, no he tenido dificultad para ver tu cartera, salta a la vista.
Me sentía tan avergonzada, estaba dispuesta a aceptar lo que decidiera, si pensaba echarme lo entendería, podía repudiarme, tenía todos los motivos para hacerlo porque había tratado de engañarle.
—¿Esto es lo que quieres, saber lo que se siente?
—Tomás, yo...
Me cogió por la cintura con una brusquedad impropia de él y me dejé besar; no era el Tomás al que estaba ...