La venta
Fecha: 27/07/2024,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Monica Leggins, Fuente: TodoRelatos
... timidez. Di por hecho que era introvertido hasta que me miró el culo o, mejor dicho, la forma que hacía mi culo bajo esas mallas prietas.
Pese a que la idea era tomarnos un café en una cafetería, de manera improvisada decidimos pasear. Es curioso cuando quedas con alguien por primera vez, sabiendo que se ha hablado de temas subidos de tono y, una vez allí, parece que hasta nos diera corte cogernos de la mano.
Pero todo nervio o timidez desaparece cuando llega el momento en el que toca hacer lo pactado. Fue bajar por la escalera mecánica hacia el parking y notar que su mirada era más intensa. Incluso lasciva. No me preguntes por qué querido lector o lectora, pero eso, que puede llegar a chocar, a mí me ponía más todavía.
—Estoy muy a gusto contigo, Mónica. Me ha encantado conocerte.
—Lo mismo digo Leo. Eres un buen partido —dije sonriendo, comenzando un pequeño juego que a ambos nos apetecía.
—He sacado del cajero los cincuenta euros en billetes de diez, para que sea más sencillo para ti —dijo sin pensar, sin más juego de palabras, directo a lo que habíamos quedado.
—Gracias. Entonces, ahora me dejarás sin tanga —dije sonriendo, mordiéndome el labio inferior.
—¿Puedo?
Alargó su mano hacia mi entrepierna, pero se frenó mucho antes de acercarse lo suficiente como para que me hubiera incomodado. Me faltaban pocos segundos para desnudarme de cintura para abajo, darle mi ropa interior, con mi olor impregnado en la tela, por lo que dejar que me tocase un ...
... poco, no solo me parecía bien, sino que incluso lo deseaba.
Le miré a los ojos mientras sentía como su mano se deslizaba en un punto de partida como era mi rodilla y se aproximaba a la meta mientras disfrutaba tocándome el muslo por la parte interna. Su mano, abierta por completo, acarició de manera intensa mi zona íntima, con fuerza, con determinación y con un deseo enorme de no retirar la mano nunca más.
A mí, personalmente, me encantaba que me tocasen de esa forma. No le dije nada en ese momento, no quise revelar nada, pero creo que él se dio cuenta al instante que estaba completamente húmeda. Y era por su culpa.
—¿Ya? —dijo sin retirar su mano.
—Ya —dije invitándole a que me dejara quitarme las mallas.
De manera educada, me dejó hacer. Tal vez la postura de estar sentada en un asiento trasero de un coche, haber elegido unas mallas tan ceñidas o la humedad que ya había hecho de las suyas, pero me costó más de lo que yo creía quitarme la ropa. Noté cierto alivio al dejar mi chocho al aire, donde parecía ventilarse y respirar un poco. Pese a que sabía que se pondría tonto en un santiamén, le di mi tanga con mi mano izquierda, mientras los dedos de mi mano contraria separaban mis labios vaginales, buscando una comodidad que le hacían estar más nervioso aún.
Me volví a poner las mallas, esta vez sin nada debajo, mientras sonreía, viéndole oler esa diminuta prenda que hasta hace unos segundos llevaba pegada a mi cuerpo. Me las subí sin importar si me marcaban o ...