Confesiones (1): Tienda de abarrotes
Fecha: 17/08/2024,
Categorías:
Confesiones
Autor: Kurosko, Fuente: CuentoRelatos
Tengo un tienda de abarrotes. Mi esposo e hijo me ayudan en ocasiones, aunque cada quien se presenta cuando quiere. Tengo más de 40 y después de tener a nuestro hijo, nos cuidamos para no tener otro ni por accidente. Cuando mi marido se hizo la vasectomía, supe que era por andar de picaflor porque ambos ya habíamos cumplido 30 y el “niño” ya tenía casi entraba a la universidad, a mí me quedaban apenas unos años de fertilidad y él pensó que iba a creerle que era para no volver a embarazarnos.
Tras la operación, quiso despistarme y actuamos como cuando éramos novios, lo hicimos al acostarnos y al despertar las primeras semanas. Pero pronto se volvió a apartar de mí, como ya lo había hecho antes de su intervención. Él cree que me está viendo la cara, pero la suya no es la única en el mundo, ni siquiera en la cuadra.
Para empezar, está don Camilo, un vecino que religiosamente se presenta cada mañana a comprar su periódico y el pan para acompañar su café. Desde que su mujer e hijos lo abandonaron por briago y apostador, acabar en un anexo y tratar de rehacer su vida, comenzó su ritual de compras. Un día especialmente caluroso, en el que yo decidí ponerme vestido y una blusa fresca, pude ver cómo luchaba para separar su mirada de blusa. Lejos de molestarme, aproveché para inclinarme y confirmar que, en efecto, el pobre seguía de cerca cada vez que la tela de mi atuendo se mecía.
Cada vez que abría, sé que es cuestión de minutos para que llegue sólo hasta que lo veo ...
... babear como niño hambriento me acuerdo de abotonar bien mi blusa y le agradezco por hacerme notar mi descuido. Ser coqueta se me da desde niña y es un gusto que pienso seguir dándome mientras la edad y el físico aún me den oportunidad. Mi cintura no es lo que algún día fue, pero mis otros atributos hacen que aún se acentúe lo suficiente para no necesitar una faja. La fruta nos llega fresca y un poco "verde" para que esté en las mejores condiciones, pero todos sabemos que logra su punto más dulce una vez está madura.
Así pasaron un par de semanas hasta que hace poco, el señor de ausentó y al día siguiente, un niño vino en su nombre a pedirme lo que él siempre se llevaba. Resultó ser que el don se había accidentado y tenía la pata enyesada, así que aquel niño, que vivía en la misma calle, era su nuevo mandadero. Un buen día, en el que mi marido se había quedado en el local, decidí que era momento de ser una buena vecina y le pedí al niño que me dejara acompañarlo a casa del accidentado. Entré con él a la casa, cara al verme entrar a su cuarto fue la de estar viendo un fantasma y de inmediato despidió al menor para invitarme una taza de café.
Él tenía café servido en su buró, pero a mí me apetecía más un poco de leche. Pobre, me bebí toda la que tenía ahí, acumulada, antes de regresar a la tienda, eso sí, no sin antes despedirme y decirle que marcara al número de la tienda para pedir lo que necesitara de ahora en adelante. Y así lo hizo, él ya sabía que los fines de semana ...