1. Confesiones (1): Tienda de abarrotes


    Fecha: 17/08/2024, Categorías: Confesiones Autor: Kurosko, Fuente: CuentoRelatos

    ... siempre había alguien que me ayudaba y podía quedarse en el local mientras yo iba a llevarle su pedido y hacerle un poco de compañía. Por más que me ofrecía un poco de su pan dulce, yo siempre preferí el virote acompañado de leche. Han pasado un par de semanas y todavía falta para que puedan quitarle el yeso, pero el muy sinvergüenza me dice de vez en cuando que piensa romperse la otra pata cuando sane, aunque ya le dije que nada nos impide compartir una taza de café de vez en cuando.
    
    Es algo brusco y a veces no es el más refinado al hablar, pero siempre ha sido muy respetuoso conmigo. Dice que sabe algo de costura y podría ayudarme a revisar esos botones que a veces me causan problemas con la blusa, los revisa muy de cerca y sostiene con firmeza la tela sin que me quite la prenda. Yo me la quitaría para que se la quedara y la examinara con calma, pero como tengo que regresar a la tienda al poco rato, pues me la dejo puesta y lo dejo examinarla todo lo que necesite. Necesita cambiar de lentes, porque siempre pega su cara. A veces dice que es el hilo, otras, que es el corte de la blusa, nomás no se decide.
    
    Sus manos son nudosas, pero son grandes, me pregunté si en realidad serían capaces de hacer trabajos tan minuciosos, así que le pedí que me ayudara primero con un hilo que tenía deshilachándose de mi vestido. Confirmé que sí necesita unos anteojos nuevos, por más que pegara su cara a mi pubis, debajo de la tela, no podía encontrar ese hilo y tuvo que recurrir a tentar ...
    ... con esas yemas. Fue la prueba de fuego me demostró que, aunque rugosos, esos dedos sabían ser delicados todavía, mi ropa no corre peligro. Esa vez, acompañó su café con un poco de miel que extrajo él mismo y de lo mucho que lo disfrutó, llegué a pensar en dejarlo pasar a revisar mi reserva en la trastienda, pero para eso tengo a Fabián.
    
    El encargado de surtirnos de artículos de limpieza es un joven, tendría apenas unos veintitantos, un poco robustito pero con un buen par de brazos y algo más. Algo le vi desde la primera vez que llegó a sustituir al anterior repartidor, ¿qué era? No sabría decirlo con exactitud, esa forma de caminar, esa mirada llena de algo más que deseo, era hambre. Claro que aproveché en su siguiente vuelta para pedirle que me ayudara a subir unas cajas en la trastienda, tuve que pedirle que sostuviera la mini escalera porque él no sabría dónde tenía que acomodar las cosas y la casualidad hizo que debajo de mi falda (que no era corta pero estaba un poco por encima de lo que debía usarla) no hubiera más que mi piel desnuda y algo… hidratada. Su cara roja sólo me sonrió cuando le di las gracias por ayudarme y pedirle que me hiciera saber si hubiera forma de agradecerle mejor.
    
    A su siguiente visita, sólo hizo falta decirle que necesitaba ayuda con algo en la trastienda para que sus manos me levantaran la falda y comprobara que aquel descuido mío de dejar las bragas debajo del mostrador se había repetido. Me hinqué para suplicarle que perdonara mi torpeza ...