Un bonito regalo para mi amada Carlota
Fecha: 19/08/2024,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Estoy en casa de Carlota, en su habitación. Una masia tradicional catalana que ha pasado de generación en generación de su familia, situada en un hermoso pueblo de la Costa Brava, entre montaña y mar, concretamente en lo alto de un monte que desemboca en acantilado, bañado por las azules y diáfanas aguas del mar Mediterráneo. Una masia muy grande, algo apartada del término municipal, con una granja, colmenas de abejas, campos de cultivo, árboles frutales. Carlota ha vivido siempre rodeada de bosque, montaña y animales y a la vez también del mar. Un hermoso privilegio. Ha tenido siempre una vida muy consagrada al trabajo de la tierra, al cuidado de los animales de la granja y a la obtención de sus alimentos y en ocasiones, a la pesca desde los acantilados, aunque eso último no es algo que le guste hacer porque le duele mucho ver sufrir a un animal. Aquí y allí, dando de comer a los animales y controlando su natalidad, ordeñando las vacas, pasteurizando la leche, conduciendo el tractor para labrar la tierra... Una vida consagrada a un pequeño negocio de venta de víveres creado por ella bajo sus dos apellidos (todo tipo de frutas, verduras, hortalizas, patatas, leche, queso, yogur, huevos, miel, cereales como materias primas...) en una parada del mercado dominical del municipio y en ferias que se celebran a lo largo del año. Además, Carlota también ha llevado una vida muy consagrada a sus estudios y a la lectura. Ha estudiado la carrera de bibliotecología y por las tardes ...
... trabaja en el archivo del pueblo. Además, ahora está cursando un máster de estudios medievales.
En sus treinta y tantos años, siempre ha sido una excelente trabajadora y estudiante, con una vida de pueblo, consagrada al mundo rural y a la vez al mar, conectada a la naturaleza, a los animales. El campo, la montaña, el mar y su pueblo lo son todo para ella, una catalana gerundense de pura cepa. Sus raíces, su vida. Alejada de la telematización y alienación nociva y consumista de este mundo moderno.
Es un viernes por la tarde. Ella aún está trabajando en el archivo municipal y no regresa a casa hasta casi las nueve de la noche. Cada día, Carlora que subir una cuesta bastante pronunciada con su coche para desplazarse del pueblo hasta su masia. Me encuentro en su habitación. Estoy sentada en la silla de su escritorio. Como la fría noche de invierno que nos declaramos el amor que sentimos la una hacia la otra e hicimos el amor por primera vez. Desde aquella noche, me siento afortunada de ser su mujer, al igual que ella la mía. Justo en la pared donde está empotrada la mesa de madera de pino del escritorio, una ventanita a través de la cual se muestran unas hermosas vistas al mar, a la playa y demás acantilados, bajo un diáfano cielo azul y soleado. Es una tarde de primavera y por fin ya ha habido el cambio de hora, después de las deprimentes y antinaturales horas de oscuridad del frío y largo invierno.
El día que conocí a Carlota fue de los mejores de mi vida. Quedé totalmente ...