1. Ana, una ninfómana casada e insaciable


    Fecha: 22/03/2018, Categorías: Intercambios Autor: Alber, Fuente: CuentoRelatos

    ... después estaba acostada boca abajo mientras yo permanecía arrodillado en la cama, buscando mi pene fláccido con sus labios. Lo empezó a chupar y mi verga, al sentirse dentro de aquella boca cálida, se empezó a endurecer progresivamente hasta alcanzar de nuevo su esplendor. Ana mamaba mi guevo como una profesional, recorriendo el tronco con la lengua y metiéndoselo todo hasta la garganta. Parecía una verdadera estrella porno y lo hacía además con mucha pasión. Cuando ella sintió que mi herramienta estaba en su punto otra vez, me tumbó boca arriba sobre la cama y sin colocarme el preservativo, se sentó sobre mí introduciéndose mi pene hasta el fondo de la cochofla. Yo le dije, alarmado: -Que haces? -Me molesta esa barrera de goma –contestó ella-. Estoy segura de que no tienes enfermedades raras y yo te aviso que no las tengo, así que quiero gozarte completico. Aquello era medio irresponsable, pero yo confieso que me dejé llevar. En ese momento no podía poner muchos reparos. Ella empezó a cabalgarme salvajemente, como ninguna hembra lo ha hecho hasta ahora conmigo. Parecía un jinete corriendo en el hipódromo. Sentir las paredes de su gruta, caliente como el infierno, sin tener el condón como intermediario, era realmente exquisito. De pronto disminuyó el ritmo y empezó a subir y a bajar muy lentamente, acompañando el mete y saca con la contracción de sus músculos vaginales, lo cual hizo que yo empezara a sentir como si mi pene fuese succionado por su cuca. Eso fue increíble y ...
    ... yo, como poseído, sin sacar mi herramienta de su interior, la empuje y le di vuelta. Ahora ella estaba abajo y yo arriba, tomando el control. Tomé una almohada y se la coloqué debajo de las nalgas. Luego agarré sus piernas de diosa y las apoyé dobladas sobre mis hombros. Las penetraciones eran ahora profundísimas y salvajes, al tiempo que la besaba en la boca a mis anchas. El ritmo era cada vez más frenético y ella gritaba: -Dale! Reviéntame la totona! Hazme tuya! Hazme mujer! Aquello era demasiado. Ella empezó a temblar de nuevo como loca, poseída por su orgasmo. Yo me retiré de su interior y pensé, de nuevo, en dejarla descansar, pero aquella mujer no paraba. Estaba cada vez más excitada y me ordenó que buscara un pote de vaselina que estaba sobre una de las mesas de noche, pues ahora quería que la poseyera por el culo. Yo no me hice de rogar, porque mi verga estaba al rojo vivo y deseosa de gozar de aquel culo, que era como un manjar de los dioses. Tomé un poco de vaselina entre mis dedos y puse a Ana acostada boca arriba, con la almohada debajo de las nalgas. A mi vista quedaron su vulva y, más abajo, el hueco de su culo. Mientras le mamaba el coño una vez más, fui dilatándole el esfínter con mis dedos, hasta que sentí que estaba lo suficientemente abierto. Embadurné mi pene de vaselina y coloqué a Ana nuevamente en posición de perrito. Excitadísimo, ubiqué mi glande en la entrada de su recto y empecé a empujarlo lenta pero decididamente, hasta que mis testículos chocaron ...
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