1. Ana, una ninfómana casada e insaciable


    Fecha: 22/03/2018, Categorías: Intercambios Autor: Alber, Fuente: CuentoRelatos

    ... con sus nalgas y ella emitió un alarido sordo, para luego gritar: -Coñooo! Me duele! Pero también me gusta, así que no pares hasta que me saques sangre, cabrón! Les juro que nunca le he bombeado el culo tan duro a ninguna mujer. Siempre trato de ser delicado. Pero aquella puta me estaba pidiendo que le reventara el esfínter y yo tenía que obedecerla. Además, su culo sí que estaba cerrado y me chupaba el pene hacia adentro, apretándolo bastante. Tenía que darle duro pues yo no tardaría en correrme. Ella gritaba como posesa. Yo gritaba: "Que culo mujer, que culo te gastas! Que cuerpo de diosa!!!". Mientras tanto, yo le iba frotando el clítoris. Ella acabó en un orgasmo muy intenso y yo a su vez me vine ruidosamente, inundando sus intestinos con un chorro larguísimo de leche caliente y espesa, que parecía no detenerse. Yo sentí que no podía más, pero aquella mujer quería más guerra. Fue entonces cuando me percaté de nuevo que Luis estaba en la misma habitación. Seguía filmándonos, aunque se había sacado los pantalones y de vez en cuando se meneaba el falo. Estaba excitadísimo y se veía dispuesto a entrar en acción cuanto antes. Fue entonces cuando él ...
    ... interrumpió su silencio y dijo: -Creo que debemos relevar a Alberto de su deber, por demás magníficamente cumplido. Estuve de acuerdo y empecé a vestirme. Al tiempo que Luis, sin pudor alguno, comenzaba a quitarse la ropa. Ni siquiera hice el amago de despedirme. Simplemente salí de la habitación y cerré la puerta. No pude evitar permanecer algunos minutos en la sala. Desde afuera se oían los gritos de placer de Ana. Su marido seguramente le estaba dando durísimo. Pero ya mi presencia no se justificaba. Seguir allí habría sido traicionar su confianza e inmiscuirme en sus asuntos de pareja, así que decidí marcharme, seguro de haber gozado una de las mejores sesiones de sexo de mi vida. El lunes siguiente me encontré a Ana en un pasillo de la oficina. No había más nadie alrededor y se detuvo a saludarme con un beso en la mejilla-. Yo le pregunté con picardía: -Y lograste solucionar el problema. Y ella respondió, guiñándome el ojo: -Sí, todo salió perfecto. A lo mejor volvemos a necesitar de tu ayuda. Nunca más me volvieron a llamar. Pero no podré olvidar jamás lo que ocurrió ese sábado en la noche en el apartamento de Ana, mientras su marido nos filmaba. 
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