Un retiro espiritual budista muy carnal
Fecha: 11/09/2024,
Categorías:
Confesiones
Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos
Hace cinco años, a la edad de 45 años, decidí hacer un retiro de un mes en un templo budista.
No soy nada espiritual, ni místico ni nada que se le parezca. Simplemente buscaba un lugar apacible y tranquilo donde poder desconectar del mundanal ruido y bajar mis niveles de estrés y ansiedad.
No era temporada estival así que no había muchas personas, unas cincuenta.
Había monjes y monjas. Todos llevaban el pelo muy corto, casi rapado en algunos casos. Hay mujeres a las que les queda muy bien una imagen a lo Sinéad O’Connor de cuando era joven. Y este era el caso de Catherine, una de las monjas que nos impartían cursos de meditación.
Catherine no era española sino de Escocia. Hablaba el español con un marcado acento anglosajón. Era alta, 1,76 m, con ojos azules. Llevaba el cráneo rapado al cero, pero se intuía que su pelo era de color rubio. De lo delgada que estaba, por una dieta muy estricta que se imponía, se la veía escuálida. Pero era muy atractiva y hermosa de cara.
Monjes y monjas que hacían las veces de monitores eran 15. El resto de las 35 personas éramos visitantes que por diferentes razones queríamos pasar allí una temporada.
Había un sinfín de casetas esparcidas por la finca (esta calculo que tendría 5 ha. de extensión).
Eran como bungalós de 35 m², de uso individual, con baño y duchas incluidos. En estas casetas se hacen retiros de semanas, meses e incluso años. En el recinto con su respectivo templo tienes todas tus necesidades básicas ...
... cubiertas, pero no esperes grandes comodidades ni lujos. Mi bungaló era el nº 53.
Había un programa de eventos a seguir. En una sala grande el monje que dirigía el templo y el resto del conglomerado, nos hablaba de la historia de Buda y los diferentes budismos que existen; nos enseñaba algo de doctrina; y también nos refería de las ventajas de la alimentación vegana. Entre otras charlas.
La monja a la que le tocó estar con nuestro grupo fue precisamente Catherine. Ella nos iba instruyendo en todo lo referente a logística. Por ejemplo, el templo estaba a una altitud tan importante que no había conexión a internet y ni siquiera línea telefónica. Los teléfonos los teníamos para sacar fotos y grabar videos, era lo único que podías hacer con ellos.
En las clases de meditación que nos impartía Catherine, yo disfrutaba mucho. Me encantaba oírla dar instrucciones con ese acento tan peculiar. Y cuando nos daba yoga, con sus posturitas de rigor, yo no podía evitar que se me pusiera morcillona. En vez de relajarme en sus clases, que ese era el objetivo, salía excitado y empalmado como un mulo.
En una de las excursiones que hacíamos para recoger setas y otros comestibles, Catherine tropezó, y si no es por mí que la sujeto por la cintura, se hubiera roto la crisma contra el suelo empedrado. Yo, aprovechando la ocasión, le apreté bien de la cintura y le magreé un poco el bajo vientre y la espalda. Ella se dio cuenta de mis intenciones y ruborizándose, se puso un poco colorada. Cuando ...