1. En las bibliotecas también se folla


    Fecha: 07/10/2024, Categorías: Confesiones Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos

    ... en un ascensor. De noche, cuando todos los vecinos están durmiendo, mi chica y yo montaríamos en el primer piso y durante todo el trayecto (hasta llegar al décimo-quinto piso), nos amaríamos con locura. El ascensor iría subiendo y bajando hasta que nosotros llegáramos al orgasmo o hasta que nos pillara algún vecino. Sería como una ruleta rusa –y me eché a reír.
    
    –No está mal –confirmó–. Pues la mía sería hacerlo en una biblioteca. En el templo de la cultura y la sapiencia no estaría mal, tampoco, practicar un poco de sexo, ¿no crees?
    
    A mí no se me ocurrió otra contestación que decirle que esa fantasía la podría llevar a la práctica, con mi colaboración, en ese mismo día si le apetecía. Ella me había lanzado el anzuelo y yo se lo recogí a gusto. Se puso un poco colorada, no esperaba que yo fuera tan directo y le cogiera al vuelo su insinuante propuesta.
    
    –¿Hoy? No sé… –contestó titubeando.
    
    Fui acercándome poco a poco a su rostro y le doy un pequeño y suave beso en los labios. Me arriesgué a que me hiciera la cobra, pero no me la hizo, todo lo contrario. Abrió su boca y sacó su lengüita juguetona dándome a entender que quería más. Y lo tuvo.
    
    Volvemos a la biblioteca y decidimos meternos en los baños de chicas para poder echarnos un buen polvo, ya que nos habíamos puesto muy cachondos en la cafetería. Después, ya más tranquilos, seguiríamos estudiando.
    
    Primero entró ella para comprobar que no había moros en la costa y a una señal suya, entraría yo.
    
    Nos fijamos ...
    ... en la hoja que había en la puerta y nos informamos de que la limpiadora pasa cada hora a hacer su ronda. Miramos el reloj y nos damos cuenta de que solo tenemos 45 minutos de plazo para disfrutar de nuestra fantasía sexual.
    
    Nos cerramos en uno de los diez baños individuales que hay y comienzo a besarle cada centímetro de su rostro. Ella me palpa la entrepierna y me dice:
    
    –Quiero toda esta butifarra dentro de mí. Me has encendido en la cafetería con tus besos húmedos y tu lengua picarona y ahora tienes que apagarme el fuego que me abrasa y no me deja estudiar. Me ponen mucho los maduritos. Sabéis cómo satisfacer a una mujer, no como los niñatos de mi clase.
    
    –No te vas a arrepentir de perder una mañana de estudios, Susana. Vas a experimentar sensaciones que nunca viviste ni vivirás –le aseveré.
    
    Entonces ella, sentándose sobre la tapa del váter se bajó los pantalones y me dijo que deseaba que le hiciera una buena comida de coño.
    
    A simple vista se le notaban las bragas humedecidas. Le palpé la tela y efectivamente estaban empapadas.
    
    Le bajé las bragas y me encuentro con el mayor y más grato de los tesoros con los que un hombre se puede topar: un chochito rosado totalmente depilado a láser y en el pubis un pequeño conejito tatuado señalando con uno de sus dedos hacia abajo como diciendo “Aquí está la cueva en donde encontrarás el elixir de la eterna juventud”.
    
    ¡Cómo engañan estas chicas de familia bien!
    
    Me acerco, le separo los labios vaginales con mis dos ...