Me embrujaste con tus pantis verdes
Fecha: 11/10/2024,
Categorías:
Fetichismo
Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos
... verde o rojo.
Todos ellos, por cierto, tenían a la altura de la entrepierna un planificado descosido.
Como contrapartida, yo también sabía que siempre que desayunara, almorzara, merendara o cenara, tenía que condimentar mi comida con sus peculiares especias salidas de sus orificios nasales, bucal y vaginal.
Cuando comíamos en casa me servía sus mocos, saliva y orina frescos, recién recogidos de sus respectivos manantiales. Pero cuando comíamos en un restaurante o local de comida rápida llevaba en el bolso tres botes de plástico de estos que te dan en el centro de salud. Los guardaba en el frigorífico para que no se estropease el contenido.
En el primero solo guardaba orina. En el segundo, orina mezclada con moquillo y con mocos largos como lombrices. Y ya por último, en el tercero guardaba saliva, babas y unos gargajos verdes que extraía de lo más profundo de los bronquios, montando un numerito y haciendo unos ruidos guturales para conseguirlos, que no me extrañaba que en público se cortase de hacerlo.
Aunque era verano cuando nos conocimos, siempre estaba acatarrada. A veces se le escurría un poco de moquillo por las fosas nasales, Sonia esperaba a que le llegara a la altura de la comisura del labio superior. Entonces yo, aprovechando para darle un morreo, se lo lamía y me lo tragaba, saboreándolo con gusto, y comprobando lo salobre y ácido del líquido. Esto en público, con cierto recato, era más fácil de hacer.
Un día, mientras comíamos unas hamburguesas ...
... en una terraza, la veo abrir el bolso y me espero lo peor. Yo no necesitaba kétchup, mayonesa ni mostaza. Sonia traía mis condimentos dietéticos de casa. Empieza por abrir el bote que contiene saliva, babas y gargajos y con una cucharilla de las del café esparce por la carne y la lechuga, con cierta parsimonia, toda la cantidad que contenía el bote. Era tal el exceso de “salsa”, que gran parte de ella se deslizó por los bordes de la hamburguesa y se fue amontonando en el plato. Saca el que contiene orina mezclada con moquillo y mocos y lo vacía en mi vaso. Por el interior del cristal se observaban los mocos nadando como si fueran lombrices.
Como el vaso se había quedado mediado, sacó el tercer bote, el cual contenía solo orina y lo vacía en el vaso para completarlo.
Con suma delicia, me fui comiendo aquel manjar. Con la cucharilla iba recogiendo los restos de saliva, baba y gargajos que se acumulaban en el fondo del plato. A medida que los deglutía iba tomando conciencia de lo amargo de su sabor. Aquellos gargajos verdes tenían el aspecto de cachitos de guacamole. Las gentes de las mesas de al lado miraban como diciendo “¡Qué pareja más rara! ¡Se traen los condimentos de casa!” Nos reíamos mucho en esas situaciones.
Me congratulaba ver la cara de éxtasis que ponía mi chica. Yo iba bebiendo aquel oro líquido con tropezones a sorbos, poco a poco. Me sentaba de maravilla. En el fondo del vaso quedaban algunas “lombrices” rezagadas, yo las recogía con la cucharilla y me ...