Cuarenta y veinte
Fecha: 23/03/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... charlando de diversas cosas. Así nos hicimos amigos. A los dos meses nos veíamos dos o tres veces por semana, nos tomábamos un café o un té y yo le ayudaba con alguna tarea. Todavía no caía en la cuenta de que yo pudiera interesarle como hombre. A mis cuarenta años y divorciado pensaba en alguien de mi misma edad, con algún hijo, que pudiera compensar mi soledad y mi afán de cariño. Pero un día Paula me pidió que la llevara al cine. Y en medio de la oscuridad de la sala, entendí que ella era también un alma solitaria. Al entrar al automóvil, le pregunté: ¿Quieres ir a mi casa a tomar un café? Dijo que sí, y enfilé rumbo a mi pequeño departamento, casi en la periferia de la ciudad. No iban muchas visitas femeninas a ese diminuto departamento, ubicado en el segundo piso de un edificio de condominios baratos. Los adornos y los muebles eran austeros. Mi único lujo era una pequeña cantina con vinos de mediana clase. "Te voy a preparar un café especial", le dije, y rápidamente encendí la cafetera eléctrica, escogí un vino de sabor suave y almendrado, y mezclé la cantidad necesaria para dos tazas de café. Mientras lo probaba, me coloqué a su espalda, y di un masaje a sus hombros, tensos, para que se relajara un poco. Subí a sus mejillas, a sus sienes, y me dijo: "oye, eres un experto", toqué con la yema de los dedos sus finos labios, y sentí como se concentraba en la caricia gozándola intensamente. Le besé los costados del cuello, mientras mis manos bajaban hasta sus hombros, luego ...
... hasta sus pechos, palpando sus pezones erguidos. Le quité la taza del café, y echó la cabeza hacia atrás hasta apoyarse en mi abdomen. Mi sangre ya golpeaba en las venas, y mis dedos excitados seguían recorriendo su torso por encima de la blusa que llevaba. La tomé de los hombros y la levanté, suavemente. Enlacé su fina cintura, y la conduje a la recámara. Ella se dejó llevar, enervada por las caricias que le propinaba. La deposité en la cama, y entonces vino el huracán de besos y abrazos apasionados. La despojé de la ropa lentamente, y se me reveló aquel cuerpo joven, sus carnes firmes, bien proporcionadas, los senos firmes, con los pezones apuntando al frente. Deslicé sus pantaloncillos suavemente hacia abajo, y brotó el triángulo oscuro de vellos que remataban su sexo. Cielos, esta chica era un verdadero manjar. Arrojé mi ropa a un rincón, hasta la última prenda, y me lancé a la cama. Ella se estremecía entre mis brazos, los vellos de su piel se erizaban cada vez que pasaba mi lengua por sus zonas erógenas, sentía como se abrazaba a mí como si mi piel fuese el bálsamo que curara sus ansias. Mis labios recorrieron sus pezones duros, enhiestos, rodeados por la flor aterciopelada de sus aureolas. Aspiré mi propio vaho caliente, devuelto hacia mí por su abdomen terso, indagué en la hondura de la diminuta concha de su ombligo y encontré un sabor indescriptible, embriagador, luego bajé hasta su vagina sonrosada, y mi lengua regó el monte de su pubis fresco. Aaah… ella era toda ...