1. Ni tan casta ni tan puta [01]


    Fecha: 23/10/2024, Categorías: Incesto Autor: Reina de Picas, Fuente: TodoRelatos

    Andrés se casó con Clara a los 18 años de edad. Para Andrés ella siempre fue Clara, su carismática, dulce y hermosa Clarita, una de las chicas más preciosas y cotizadas de la localidad donde vivían y cuya piel blanca se asemejaba a la luz pálida de la luna llena.
    
    La inocente Clarita tenía un par de ojazos verdes que resaltaban su inocencia, y su cabello era de un rojo intenso y liso natural que aterrizaba a la mitad de su espalda, siendo el único rasgo que desentonaba con su ternura, por lo violento que se veía el contraste.
    
    Clarita fue el amor de su vida, y desde muy jóvenes se hicieron novios. Su relación estuvo basada en el respeto y en el amor, repleta de detalles pero no de “tallones”, como se esperaría que cualquier otro chico le hubiera dado a la buena de Clarita que tenía unas nalgas en forma de pera que se marcaban en sus ajustados vaqueros y que se convertía en un espectáculo visual para quienes la veían caminar.
    
    Desde que murieron los padres de Andrés, él, como hermano mayor, se hizo cargo de Rubén, su indócil hermanito, que en ese tiempo tenía nueve años de edad y con una actitud insurgente y caprichosa que le causaba muchos dolores de cabeza al mayor.
    
    Andrés y su hermano Rubén vivían en la casa que les heredaron sus difuntos padres en aquel pueblo dedicado a la ganadería: casa a la que próximamente se mudaría Clarita, ocupando su lugar como esposa de Andrés y nueva ama de casa, aun si al pequeño Rubén no le gustaba la idea, pues veía a Clarita como ...
    ... una intrusa que llegaría a vivir a una finca que no le pertenecía.
    
    La boda fue una ceremonia nupcial sencilla pero muy sentida. Andrés y su hermano tenían pocos amigos, pero había mucha familia de Clarita reunida en la fiesta. Muchos de ellos asistieron porque verdaderamente se alegraban de la nueva parejita de casados. A otros los llevó el morbo de ver a una virginal señorita y pelirroja casarse con uno de los chicos más “pardillos” del pueblo.
    
    El vestido de novia de Clarita era tan blanco como su propia piel. Andrés nunca la había visto tan hermosa como ese día. Tanto así que le dieron ganas de llorar de solo verla entrar en la iglesia, agarrada del brazo de su viejo padre, mientras su pequeño hermano Rubén le sostenía la cola del vestido con una cara de pocos amigos.
    
    Nadie se imaginaba la metáfora premonitoria que implicaría en el futuro que el rebelde de Rubén le agarrara la cola a su cuñada.
    
    Su pelirrojo cabello lo tenía recogido en un moño, bajo el velo, y su maquillaje discreto fue elaborado por su hermana especialmente para que lucieran sus seráficos ojos verdes esmeralda.
    
    “Parece una muñequita de porcelana” dijo una de las feligreses más ancianas cuando la vio entrar a la iglesia.
    
    Pero los hombres más lascivos no eran especialmente caballerosos al halagarla:
    
    “Lo que será que esta putita te chupe la verga con esa carita tan angelical que tiene.”
    
    La blancura del ajuar de Clarita era sobria pero muy bonita. Tenía brocados brillantes por todas ...
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