1. Ni tan casta ni tan puta [01]


    Fecha: 23/10/2024, Categorías: Incesto Autor: Reina de Picas, Fuente: TodoRelatos

    ... casándose.”
    
    Uno de los padrinos de arras se preguntó si la hendidura de Clarita sería pálida o rosadita. ¿Qué tan arrugados estarían sus labios vaginales? ¿Se depilaría el pubis o tendría una mata de pelillos pelirrojos adornando sus genitales?
    
    Mientras los novios se daban el beso culmen de la ceremonia, tras haber sido declarados por el cura como marido y mujer, algunos morbosos se imaginaron a Clarita, bonita, angelical, inocente, de rodillas, con su carita blanca embarrada de lefa desde la frente hasta la boca, con sus pechos sueltos escurriendo de mecos, sudados, marcados por los apretujones propiciados por las manos y las fuertes amasadas.
    
    Y luego los pezones paraditos, duros, sobre una areola posiblemente pequeña pero vistosa y muy lamible.
    
    Ya durante la fiesta el nuevo matrimonio compuesto por el bueno de Andrés y la dulce Clarita no se imaginaban las puercadas que los invitados varones maquinaban en sus retorcidas cabezas mientras ellos pasaban por las mesas preguntando si les hacía falta algo para beber.
    
    Incluso, durante el vals de los recién casados, el padrino de velación pensó en el desperdicio de culito de la novia, tan formadito, paradito y redondo, y el morbo que sería estrenar ese orto angosto y casto que posiblemente Andrés nunca usaría, por prejuicios morales y su idiotez.
    
    “Pobre pardillo, este Andrés”
    
    “Vaya desperdicio de ano de Clarita”.
    
    Como tenía que ser, Clarita, dulce, tierna y abnegada, llegó virgen al matrimonio. Aquella era ...
    ... una población muy conservadora donde las familias replicaban esas buenas costumbres de generación en generación. Y a ella la habían criado de esa manera, razón de más para no ser exigente en el sexo.
    
    Después de comer, beber, bailar, tirar el ramo y luego la liga sobrepuesta en uno de sus muslos (que por cierto atrapó el pequeño Rubén) Andrés y Clara se despidieron de los invitados y después se fueron a la casa familiar para cumplir con su deber como nuevos esposos. Andrés se llevó consigo a su pequeño hermano Rubén, que ya iba medio dormido: lo dejaron acostado en su cuarto, que estaba situado muy lejos del cuarto matrimonial, y luego ellos, inquietos y cachondos, se fueron al suyo.
    
    No habría como tal una luna de miel, pues convinieron que lo ideal sería usar ese dinero para comprarse una camioneta que Andrés necesitaba para el trabajo. Por esa razón, el tálamo nupcial se redujo a la recamara principal de la casa familiar.
    
    Cuando entraron a la habitación principal, Andrés notó el nerviosismo de la bondadosa de Clara, que parecía cohibida pero, a su vez, ansiosa de sentir eso que tanto le habían dicho sus amigas que sería maravilloso al yacer con su hombre.
    
    Los tacones blancos de Clara sonaban en medio del silencio asfixiante de la noche cuando Andrés se quitaba la camisa, los zapatos y se desabrochaba el pantalón. Ella fue al baño un momento a revisarse las fachas, muerta de la pena, a limpiarse el sudor de su frente y cuello, y a retocar el maquillaje y el labial ...
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