La casa en la playa 13
Fecha: 24/03/2018,
Categorías:
Gays
Autor: juanitocaminador, Fuente: SexoSinTabues
Para entender este relato hay que leer previamente la serie "Las vías" pues allí se definen los personajes y, por supuesto, las partes anteriores de éste. La crema "Culo Roto" era un receta que Eze había encontrado en una de las revistas gay de su viejo, la preparaba él mismo con hojas de Aloe Vera de su abuela, una gotitas de xilocaína de la que se usa cuando los bebés comienzan a cortar los dientes, un machacado de hojas de malva de una maceta que tenía en su casa y algunas cremas que le birlaba a su madre y a su hermana. Esa noche los chicos pudieron comprobar que la BA era realmente efectiva y que Eze podía gozar de su culito como si nada hubiera pasado. Saciada en todos el hambre de hombre, ya les comenzaba a picar el bagre, el sol estaba bien arriba y era hora de comenzar a preparar los chori. Dejaron de zarandear las bolas, se vistieron con short y remera y mientras el local reavivaba el fuego, Ezequiel comenzó a preparar la picada. -Siempre vos cerca del salamín, Eze, si no te lo dan por el culo, lo tenés que pelar y picar, pero siempre el salamín cerca tuyo . Eze sonriendo comenzó a lamerlo como si fuera una pija. - Si vos jodé, pero si no fuera porque tenés el culito escoriado, seguro ya estabas viendo si te calzaba con piolín y todo. - Veo que no tienen un concepto muy alto de mi erotismo, un salamín es algo demasiado grasa para mi elegante culito. Si fuera un lever, puede ser,.... o un salchichón, mmmmmmm!!!! El comentario se extendió a los largos y gruesos ...
... chorizos parrilleros que Mati estaba acomodando sobre la parrilla pero el pibe de Flores lo cortó enseguida: a mí no me gustan blandos! Las brasas fueron haciendo lentamente su trabajo. Mientras, sentados en ronda los 4 amigos engullían despacio los trocitos de salame y queso, con un poco de pan y bastante del mismo rosado que bebieron en la pizzería. El vino también había estado guardado entre los matorrales, el previsor e inteligente Lucas había enterrado las botellas a 50 cm en la arena para mantenerlo mejor que en una conservadora de vinos. La temperatura del rosado era la justa, el sabor, perfecto. Lucas sabía venir a las lagunitas durante los días soleados de invierno, a veces inclusive con una carpa se pasaba un par de días, las más de las veces sino todas acompañado sólo de sus libros. El lugar le gustaba por su silencio, su soledad, y porque era un rinconcito que tenía paz y belleza, los tamariscos le daban su verdor perenne, lo proveían de leña, sombra en verano y refugio del viento en invierno, las lagunitas le daban agua súper pura de lluvia todo el año y la playita escondida resguardo y tranquilidad. Qué más pedir? En cada viaje dejaba algo para tener cuando se presentara la ocasión, entonces entre los tamariscos ya tenía un mini mercado de no-perecederos: especias, sal, yerba, azúcar, café instantáneo, vino, whisky, fernet, arroz, fósforos... de todo. Los tres porteños comenzaron a tirarle la lengua a Lucas para que contara su historia. En realidad Lucas no era de San ...