1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (39)


    Fecha: 13/02/2025, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... manifiesta su desazón moviendo la cabeza, sin hablar, ni siquiera su boca deja escapar un leve murmullo.
    
    —No se extrañe tanto arquitecto, esa hembra se la hacía parar a más de uno y se aprovechaba de su belleza para obtener favores. Y no solo en las oficinas, sino también a varios de los clientes con los que hizo negocios.
    
    —Me está queriendo decir que ella, no solo negociaba con el sudor de su frente sino con… —Y me quedé callado, enarcando las cejas, fingiendo asombro, esperando a que ese baboso, completara la frase.
    
    —Jajaja, pero por supuesto, arquitecto. Se me hace raro que no se diera por enterado. ¿Acaso el viejo Eduard, siendo tan amigo suyo, no le contaba nada de sus fechorías?
    
    —Al escuchar cómo se expresaba de ti, más ganas tenia de estamparlo contra el suelo y luego levantarlo a pata. Pero aguanté, debía hacerlo. Necesitaba saber más de su relación. Así que continué con mi actuación.
    
    —No, hombre, no. ¡Ni idea! –Me mostré sorprendido, negando con la cabeza. – Conmigo, él es muy reservado. Venga, no me querrá decir que ella… Con él… Ella también…
    
    —¡Jajaja! Eso sí que no. ¡Imposible! Eduardo en lugar de verga tiene apenas un suspirito, y con esa pichita no logra embocarla en ningún hueco. Por eso es que su mujer lo maneja como un títere. Mantiene a Eduardo a su lado porque le conviene seguir manejando su estatus social. ¿No se le hace raro que ellos no tengan descendencia?
    
    —Pues pensé que tuvieran otro tipo de problemas para ...
    ... procrear.
    
    —Jajaja, arquitecto, usted sí que es muy inocente o demasiado bobito, perdone que se lo diga. –Mariana se lleva amabas manos a la frente y hacia atrás, ara con los dedos entre sus cabellos. – ¡No hombre, ese no es el asunto! Por eso, le cuento aquí entre nosotros, a sus espaldas nos reíamos de ellos y les decíamos «la pareja dispareja». Fadia, la mujer de Eduardo hay donde la ve, tiene la rosca, al contrario. Es una marimacha, y se lo está montando con una prima suya. ¿No la conoció? Una muchacha que consiguió sacarla a escondidas de un país del oriente medio. ¿Jordania?… Siria, creo. Se la arrebató de las garras al esposo, según ella porque ese tipo la maltrataba. Se la trajo para acá sin documentos. Fadia es una vieja muy jodida. Tenga cuidado con ella, arquitecto. —Y dejó finalmente la taza de café negro, sobre una de las mesas de noche.
    
    —Vaya, que bonita familia. Pero volviendo con Mar… ¿Cómo es que se llama esta mujer? —Y volví a señalarte en la foto.
    
    —Melissa, arquitecto. ¡Melissa!
    
    —Eso, pues si no estoy mal, ella… ¿Acaso no es casada? Y, sin embargo, por esto, –y le señalé la fotografía central, donde estaban ustedes dos besándose. – me parece que con usted si tuvo su cuento.
    
    —Ya sabe arquitecto. ¡El que es lindo, es lindo! Modestia aparte, ninguna hembra se me resiste. Ella al comienzo se hizo la difícil, como todas, pero luego terminó clavándose sólita.
    
    —Qué tipo tan suertudo es usted. Esa mujer es muy bella. Posee una carita angelical, y… ¡Tiene un culazo ...
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