Marcada
Fecha: 22/02/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: Esautomatix, Fuente: CuentoRelatos
Quedaron en su hotel. Hace tiempo que se conocían, y ya habían tenido sexo con anterioridad. Pero esta vez era diferente.
A ella le encendía lo rudo. Le gustaba cuando él agarraba firme sus melenas y tiraba hacia atrás, para morderle los labios cuando ella abría la boca. Le gustaba cuando él le daba una nalgada fuerte, o cuando le mordía un pezón. Le gustaba cuando le susurraba zorra al oído, sintiéndose suya.
En esta ocasión, ella le había pedido directamente que fuese brusco, animal, que la marcase. Quería adentrarse en el mundo del BDSM, y quería que la guiase. Y él estaba dispuesto a cumplir. Previamente ya había conseguido algunas cuerdas. No puede ser cualquier cuerda, tienen que ser suaves, consistentes, con el trenzado y el grosor adecuados. Ella traería un collar de cuero, sólo necesitaba una correa. Y necesario, tenía que buscar algo para azotarla. Caminando por la calle encontró una rama que le pareció perfecta. Recta, ligeramente flexible, una fusta excelente. Para la primera vez sería suficiente, y a tiempo, porque la cita era esa misma noche.
Salieron a cenar algo, un poco de pizza, y hablaron de diferentes temas, no relacionados. Pero entre ellos, un tatuaje que hiciese evidente que le pertenecía. Un tatuaje fue la idea de ella, a él le gustaba más el concepto de marcarla a fuego. Como a una yegua. A ella le asustaba un poco esa idea, pero le brillaban los ojos. Suya.
Cuando terminaron se dirigieron al hotel. Ella estaba preciosa, con sus rizos de ...
... siempre y los labios muy rojos. Falda corta, de vuelo, tacones altos. Y por las miradas de asco de las chicas de recepción, iba perfecta. Casualidades, el ascensor no funcionaba y tuvieron que subir andando, 4 pisos. Pero no hay mal que por bien no venga... Le dejó pasar delante, todo un caballero. Y por supuesto, con la intención de deleitarse observando el movimiento de sus caderas. Ella lo sabía (como siempre lo saben), y disfrutó subiendo los escalones. Pasos deliberadamente lentos, calentándolo.
Al llegar a la habitación, dejaron la prendas de abrigo sobre una silla. Hubo unos instantes de indecisión, que se rompieron en cuanto él se acercó para besarla. Con rabia, con las ganas contenidas y la excitación del momento. La agarró, la empujó contra la mesa, le apretó las nalgas. Ella se sintió desfallecer, inmediatamente mojada por el arrebato. Le encantaban esos instantes en que venía a por ella como un toro.
Empezaron a desabotonarse las camisas. Abre fácil, exclamó él, al ver los botones clip. Pero continuó con calma, los dos concentrados. Ella se quedó con su top corset de encaje, fabulosa, y él la observó sonriendo. Las tetas grandes, desafiantes, y pezones que le apuntaban entre la tela. Mordiéndose los labios en un gesto sensual, se acercó y puso la mano sobre el pecho de él, los dedos juguetones entre el vello abundante. Y siguieron besándose con pasión.
La falda cayó rápida al suelo, y con urgencia, ella le desabrochó y le bajó los pantalones. Ya estaba muy ...