1. El cuarto prohibido de mamá - 04


    Fecha: 21/03/2025, Categorías: Incesto Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos

    ... forzaba a erguir. La vio cuando jaló hacia arriba esos elásticos, y la prenda que deseaba arrancar, se refugiaba aun más en los espacios ocultos por la carne.
    
    —Si… me gusta.
    
    —Si, ya veo que te gusta —dijo, con una risa burlona.
    
    Ella volteó, una vez más, y miró hacia abajo, a su propio cuerpo.
    
    —Pero debería depilarme, ¿no lo crees?
    
    Quizá era lo último en lo que Julián había pensado. Poco le importaba si su madre tenía vellos, o si la piel era rosada y tersa como la de una jovencita. Julián deseaba tocar, penetrar y lamer la intimidad de su madre en el estado que fuese. Limpia o sucia. Con el aroma y la apariencia que tuviera. Era un morbo y un deseo que trascendía algo tan banal como un simple estándar de belleza.
    
    —Es un poco asqueroso —dijo ella, ante la falta de respuesta—. Bueno, es todo, solo quería saber tu opinión.
    
    Julián aun dudaba. Dudaba si su madre deseaba provocarlo, o si sus acciones eran el mero seguimiento de las indicaciones de la psicóloga. Yo no tenía dudas al respecto; pues, aunque Beatriz era una mujer demasiado extraña, no dejaba de ser una mujer. Aun así, para ese momento no tenía claro que fuese a dejar que las cosas avanzaran más allá de ese juego perverso. Lo sabía por la propia experiencia de haber estado en ese lugar. Ella se tomaba su tiempo, incluso al ver su imagen en el espejo, como si su hijo no estuviese detrás perdido en su culo.
    
    —Bueno, ¿me dejaras cambiarme o me tengo que quedar con el bikini puesto hasta ...
    ... mañana?
    
    Como siempre, Julián lidió con su mente, que lo hizo titubear. Pensó en decir que se quedaría, que debía cambiarse frente a él, pero su valentía y cobardía eran tan impredecibles como un relámpago que uno jamás sabe cuando iluminará el cielo. La mirada de su madre lo presionaba, pesaba sobre él tanto que solo pudo retirarse del cuarto prohibido.
    
    La noche pasó y el amanecer llegó al día siguiente. Había despertado tarde, cerca del mediodía, y por lo tenue de la luz que se filtraba entre las persianas de su cuarto, Julián supo que ese sería un día ideal para la playa. El cielo se mostraba brillante, sin la más diminuta de las nubes. Hacia calor y no corría viento. Afuera, su madre contemplaba la ventana del balcón y la luz dejaba ver su cuerpo sin ropa interior, a través del camisón blanco que la vestía.
    
    —Hasta que te despertaste —dijo ella— vamos, ponte la ropa que tenemos que salir.
    
    Entre bostezos, Julián dedicó una mirada a los difusos pezones de su madre y regresó sobre sus pasos para ponerse la malla negra con flores naranjas que le había obsequiado la tarde anterior. Al salir de nuevo, lo esperaba aquello que más detestaba del verano, de la playa y de su madre: la obsesión con el protector solar. Beatriz se lanzó tan rápido sobre él para untar la piel de su pecho, hombros, espalda y rostro con esa asquerosa sustancia blanca, que ni siquiera había conseguido articular una queja. Odiaba la crema solar porque lo hacía ver más pálido, porque lo hacía sentir sucio y ...
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