La isla de los castrados II - Relatos Eróticos

La isla de los castrados II

... y los veo llorar igual que tú. Ahora veremos cómo acaba este….

La vuelta de publicidad acabó con la discusión. Manuel tuvo que apartar la mirada para no ver la dichosa cámara lenta en la que el empeine de Melany subía los testículos hasta aplastarlos contra el cuerpo del hombre. Parecía que en el ultimo momento iban a reventar.

Luego se mostró un primer plano de la cara de sorpresa del hombre al oír la voz femenina.

- ¡Una mujer! – aulló.

- Esto va a ser más fácil de lo que pensaba. – dijo Melany con cierta decepción.

- ¡Zorra! – dijo él apartando una mano de sus genitales para intentar levantarse, sin éxito.

Sus piernas no respondían y el dolor empeoraba por segundos y por más que quisiera no podía controlarlo. Subía por su vientre hasta los pulmones, impidiéndole respirar con normalidad. Desde el suelo miró a la preciosa chica para insultarla, pero de su boca solo salieron agónicos gemidos varoniles.

- ¿Qué pasa, no puedes levantarte?

- ¡MANDITA PUTA ME HAS REVENTADO LOS HUEVOS! – bramó con las rodillas en el pecho y sujetando con fuerza sus blandos genitales.

- Si lo que vas a hacer es llorar será mejor que acabemos de una vez antes de que tus lloriqueos atraigan a algo peligroso de verdad. – Le dijo Melany sacando del arbusto la enorme rama que antes portaba el hombre. La alzó sobre su cabeza con sorprendente facilidad.

- Me niego… me niego a que me mate una mujer. No…. Y mucho menos así. – gruñó el tipo antes de que Melany le abriera la ...

... cabeza con el palo.

La chica sonrió y tiró el arma a un lado mientras esperaba pacientemente que su oponente consiguiera levantarse. Tras unos interminables segundos en los que parecía que volvería a caer y en los que en ningún momento separó la mano izquierda de sus genitales, el orgulloso hombre se puso en pie. Su postura no era la más firme ni la más intimidante, ya que no podía erguirse del todo ni juntar las piernas sin perder el equilibrio, pero al menos estaba en pie.

- Ahora verás lo que pasa cuando me tocan los cojones. – amenazó él apartando por fin la mano de sus partes y alzando los puños.

Pero en cuanto dio un paso hacia Melany tuvo que volver a llevar la mano al mismo lugar. No supo si por miedo a un nuevo golpe o por privarlos de sujeción, pero en cuanto sus huevos volvieron a colgar libremente el dolor empeoró muchísimo. Tanto que tuvo que inclinarse y volver a sujetarlos con ambas manos.

No volvió a caer, pero le dieron arcadas hasta que empezó a vomitar. En cada arcada sentía que iban a salirle los huevos por la boca. Pero no, cuando por fin paró de vomitar seguían allí, irradiando ese dolor insoportable y paralizante. No podía creer que una mujer le haya hecho tanto daño con un solo golpe. Una puta mujer.

- Me estoy aburriendo. – dijo Melany bostezando.

Él la miró enfurecido pero no dijo nada. Separó una mano de sus partes y avanzó con pasos torpes. Melany empezó a moverse ágilmente a su alrededor, como para darle envidia. El hombre intentaba ...