Capturada por la guerrilla (2) - Relatos Eróticos

Capturada por la guerrilla (2)

... considerable, ¿cuáles son esos códigos?”, le pregunto con una sonrisa

Emma giró y tiró de la cuerda hasta que sus dedos de repente apretaron sus pezones.

- “Aaarrrggh... ¡Bastardos, pagaréis por esto... Sólo espera hasta que encuentren los restos del avión y se den cuenta de que estoy desaparecida... Os aplastarán... ¡ARRRGGHH!'

Las palabras de Emma se detuvieron con otro grito cuando el Coronel, con saña, apretó con más fuerza y ​​retorció los pezones rosados que sobresalían de sus pechos.

- “Qué modales tan groseros y típicos americanos... ¡Escúchame!... Nosotros añadimos otro cuerpo al accidente de ayer con tu identificación, etiquetas y anillos y, oh sí, el maletín... Después de un fuego suficientemente intenso, desapareció y sólo quedaron cenizas... Tus amigos recogieron los pedazos esta mañana... Mi información es que el caso está cerrado… ¡Qué accidente tan lamentable!... Entonces verás que no habrá rescate… Ahora, ¿los códigos?”, le exigió.

Emma gritó y se agitó en el extremo de la cuerda, histérica de terror y desesperación.

El coronel observó con interés cómo la esbelta figura bronceada de la joven estadounidense se retorcía ante él... Su polla empujó contra la tela de sus pantalones y su erección creció al pensar cuánto más violentamente ella estaría gritando y retorciéndose cuando comenzara a trabajar adecuadamente en ese cuerpo tan bonito.

El coronel miró los temblorosos miembros de Emma.

- “Antes de que decidas seguir siendo testaruda, ...

... déjame mostrarte lo que le hacemos a las personas que olvidan cosas… ¿Recuerdas a la mujer que te masturbó tan bien anoche ante el general y la tropa?”, le dijo sonriendo mientras un intenso rubor rojo de vergüenza se extendía por el cuerpo de la joven rubia.

“Bueno, más tarde, fue lo suficientemente estúpida como para perder los estribos con el general... Algo que sospecho que ahora lamenta amargamente haberlo hecho.”

“Te mostraré lo que quiero decir... Llevadla al Registro, pero sujetad a la perra, que todavía tiene que decirnos lo que queremos!”, dijo el coronel sonriendo.

Emma sintió que la cuerda se soltaba cuando el coronel se dirigió hacia otra abertura en el otro extremo de la cabaña.

Un tronco de árbol yacía a un lado del círculo abierto de tierra batida, cuidadosamente colocado en ángulo para que todos pudieran verlo... Era tan grueso que ningún hombre podía rodearlo con los brazos pero lo habían cortado tan corto que ahora apenas medía más que la altura de un hombre.

A un lado, una única estaca de metal sobresalía de la tierra apisonada a un metro del centro del tronco... En el otro, dos pesadas grapas de hierro forjado habían sido clavadas en el propio tronco, una en cada extremo, y ambas colocadas tan abajo que los aros de metal casi tocaban el suelo.

La mujer que había masturbado a Emma, se retorcía continuamente atada sobre el tronco... Sus músculos se flexionaban y sus nalgas se apretaban y relajaban sin cesar... Emma pudo ver puntos de sangre ...