El secreto de mi cuñada
Fecha: 01/06/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ruben, Fuente: TodoRelatos
... estaba tan mojado por mi saliva y sus fluidos que notaba como el pene se deslizaba resbalándose sin conseguir introducirlo. Ella bajó su mano para agarrármela por la base, se la volvió a colocar para introducírsela ella misma. Mientras la miraba, se la fui introduciendo, lentamente, con un movimiento pendular desde abajo hasta arriba.
Podía notar como me metía dentro de ella, notando sus fluidos que ahora lubricaban mi poya. Las paredes de su vagina presionaban mi pene, que intentaba entrar tanto como podía mientras ella soltaba un suave gemido. Estaba hecho, estaba dentro de mi cuñada.
Tenía su pierna agarrada con mi brazo, por el hueco poplíteo. Mis movimientos de cadera eran repetidos y enérgicos. Intentando meterla tan profunda como me era posible. Ella me tenía rodeado por sus brazos, gimiendo y gritando de placer. Eso me excitaba aún más, pero también me sentía algo presionado psicológicamente para no defraudarla. No podía cagarla, ni dejar que la presión por querer estar a la altura me dificultase disfrutar al máximo del momento.
Vi que había un espejo de pared al lado. Pensé que sería de lo más excitante si pudiésemos vernos reflejados en él. Además, su pierna ya empezaba a pesar y el brazo perdía fuerzas.
Dejé caer lentamente su pierna sobre el suelo. La poya se salió en el mismo momento en el que la invitaba a acompañarme. Agarrándola por la cintura, la guíe hasta la ubicación exacta. Volví a por la silla, y la coloqué estratégicamente. Puse mis manos ...
... en sus caderas, la miré de arriba abajo para disfrutar nuevamente de ese momento y la giré ciento ochenta grados. Sin soltar una de mis manos de la cadera, acaricié su espalda con la otra. De esta forma, le dejé claro cuáles eran mis intenciones. Se inclinó completamente hasta quedar apoyada con los codos en la silla, dejándose totalmente expuesta desde la parte de atrás. Pensaba que la cosa no podía ir a mejor, pero la verdad es que mejoraba por momentos.
Eché la vista al espejo, y ahí estaba ella. Reflejada para mí, para no perder detalle, mostrándome un cuerpo perfecto, esperando a ser follada. No me demoraría más.
Masajeé sus glúteos para disfrutarlos un poco, los separé levemente para poner nuevamente mi poya en su sitio. Esta vez no hizo falta ayuda. La altura era la idónea y su coño estaba también receptivo. Ahí vamos otra vez, pensé mientras volvía a introducirla. La agarré por la cintura y comencé a envestirla con movimientos armónicos de cadera. Podía ver como su culo temblaba con cada envite. La podía ver a ella, reflejada en el espejo mientras se agarraba a la silla y gritaba que le diese más fuerte. Yo me la follaba tan fuerte como podía: “si le doy más fuerte la tiro al suelo” pensaba. Me incliné hasta llegar a su pelo y poder jalar de él. Le di dos vueltas en la mano, y tiré lo suficiente para no hacerle daño. Ahora podía ver su cara, mientras gemía, reflejada en el espejo. Yo estaba a punto de correrme, pero no quería parar. Querría seguir fallándome a mi ...