El collar de mi sumisa (parte 1)
Fecha: 12/06/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: Montes Federico, Fuente: CuentoRelatos
Me gustaba Julia, todo en ella me caía bien. Se mantenía en estado y, a sus 50 años, su figura era delgada, tenía lindas tetas y un culito hermoso. Pensé que había encontrado mi pareja perfecta. Coincidíamos en los gustos, compartíamos viajes, comidas, salidas y charlas. Pasar con ella tardes enteras era placentero. Antes de salir conmigo, había pasado años sin sexo, dedicada a ser empresaria, ama de casa y madre, como si la mujer, la hembra sexual no existiese.
Conmigo esa hembra se soltó y apareció con fuerza arrolladora. Teníamos un sexo exquisito y cada fin de semana cogíamos cinco o seis veces, con todo el repertorio posible. Le encantaban los chirlos, que la llame putita, que le bese la conchita hasta que acababa, tragar mi leche o que le haga la cola. La noche del viernes teníamos sexo y a la mañana, me despertaba sintiendo como me la estaba mamando, para empezar el día con un mañanero y si me despertaba antes, el que se metía entre las sábanas, era yo.
Y, de repente, ese fuego se extinguió… el sexo con ella, cada vez era menos deseable. Esa pasión arrolladora de los primeros tiempos, había terminado en movimientos toscos, duros. Era como si se hubiese vuelto a encerrar en la monja que era, antes que yo la lleve por los caminos de la lujuria. Y no encontraba la manera de sacarla de allí. Se lo dije en forma clara y abierta. Fue a hacer terapia. Todo en vano. Un año después, nos separamos.
Repasando nuestra relación, tiempo después, empecé a recordar que, ...
... cuando vimos “La secretaria” o “Cincuenta sombras de Grey”, se había calentado mucho en las escenas de dominación. También que, una noche que volvimos los dos con bastante ingesta alcohólica, la até con una sábana a la cabecera de la cama y le había dado muchos chirlos en la cola. No solo no le habían molestado, si no que se había puesto muy caliente. Lamenté no haber experimentado más por ese camino cuando se fue apagando su apertura al sexo.
Seis años más tarde la encontré casualmente. Yo estaba paseando por un enorme parque que está cerca de su casa, realizando mi caminata diaria de una hora. Siempre cambio de lugar y busco, de preferencia, lugares verdes y amplios. Caminaba escuchando música y contemplando a mi alrededor, cuando la vi. Nos saludamos y la invité a tomar un café.
Su cara estaba seria y contraída como era cuando nos vimos por primera vez, antes de estar juntos. Charlamos de nuestras vidas, y de temas generales y me fui dando cuenta cuanto quería tener de vuelta la fogosa mujer que ella había sido conmigo. Yo había terminado de remodelar mi casa y, con esa excusa, la invité a cenar, para que vea como había quedado.
Dijo que no, pero insistí. Puso excusas cada vez menos convincentes. La ruptura le había dolido y tenía miedo de volver a sufrir. Se veía que quería y no quería. Después de tanto insistir, aceptó, no sin hacer muchas e inútiles aclaraciones que solo era para cenar y punto.
El viernes a la tardecita llamó a mi puerta, la hice pasar. Estaba ...