La mucama [H31]
Fecha: 10/08/2025,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... cuadro, y aproveché para arrodillarme y apartar la poca tela para empezar a comerme su culo. El pequeño salto que dio al sentir mis manos, y luego mi lengua explorando su ano me indicó su sorpresa, pero cuando se inclinó hacia atrás y me ayudó a separar sus carnosas nalgas, supe que ella ya también ardía de deseo. Saberla lujuriosa me excitó como nunca.
Sus gemidos, convertidos poco a poco en los aullidos de una mujer que está encarcelada por un orgasmo demasiado prolongado, y la humedad de mi saliva que ya bajaba por sus piernas para depositarse en su liguero me motivaron a arrancarle la tanga. Me desnudé de inmediato y tomé sus manos para inmovilizarla, mientras mi pene se abría paso entre sus nalgas, torpemente pero con una aparente naturalidad por la previa lubricación. Empecé a bombear justo como había fantaseado la hora y media previa. Ella apretaba el culo y gemía al ritmo de mis penetraciones. Me olvidé completamente y aumenté la velocidad con la clara intención de inundar sus entrañas con mi semen. Luego de eyacular manifesté mi propiedad sobre su carne y dejé mi verga dentro, mientras mis manos acariciaban sus pechos y sus manos mi cabello, ambos aún contra la pared.
Traté de incorporarme para, sin variar nuestra posición, besar sus labios. Ella, también impaciente por sentir mis labios, acompañó el lascivo sonido de nuestras bocas con más contracciones de su culo, que ya detectaba la flacidez de mi pene y hacía lo posible para evitar el fin de aquella espiral ...
... de pasión.
Saqué mi pene victorioso, pero aún a media erección. Adiviné su deseo y terminé de desnudar su torso, mientras ella acariciaba la vara de carne que tenía enfrente. Se arrodilló y empezó a lamerla, reconociendo cada uno de los centímetros de su longitud, encendiendo todos los poros y terminaciones nerviosas. Lo ensalivó con su lengua y después lo depositó en el fondo de su garganta. Aumentó y disminuyó su velocidad varias veces, mientras sus manos buscaban mis testículos y yo le regalaba mis gemidos de animal.
Finalmente alcancé su nuca y jalando levemente su cabello le indiqué que se incorporara. La tiré sobre la cama y recorrí en una caricia rápida sus piernas, aún parcialmente cubiertas por sus medias para posarlas sobre mis hombros. La vista de esa mujer sometida por mi era fabulosa. Deslicé lentamente mi pene dentro de ella, quería descubrir absolutamente toda su profundidad y dejarla marcada por mi verga. Bajé la planta de sus pies para que hicieran contacto con mi pecho y aprovechar el ángulo para ejecutarla con mi penetración. Mis manos se aferraron a sus piernas y continúe disfrutando de su vagina por cada centímetro de mi erección. A pesar de que ardía en deseo, nunca bajé la velocidad, ni siquiera cuando ella me lo rogó. El roce de nuestras pelvis y el frío que sentía mi glande al abandonar por completo el interior de ella me hacían querer prolongarlo hasta el fin de los tiempos.
Incluso esa serenidad podía ser mortal. De eso me di cuenta cuando ...