1. La búsqueda


    Fecha: 23/03/2024, Categorías: Jóvenes Tus Relatos Autor: MN-IS, Fuente: RelatosEroticos-Gratis

    En el subterráneo
    
    La tarde era calurosa. En un vagón del subterraneo, casi vacío, Moní escuchaba a Isa. Ella le contaba, entre risas, cómo había terminado su última “búsqueda” (como ella las llamaba): después de comer, el tipo la había llevado a su casa y habían terminado en un cuarto grande, espacioso y blanco. Isa recordaba el techo. El tipo se jactaba del buen tamaño de su miembro (y más o menos tenía razón), pero cogía sólo para él, a lo bestia y sin ritmo, se detenía de la nada y daba bufidos muy extraños, como si todo el tiempo fuera a desfallecer. Aburrida de estar abajo, Isa había decidido montarlo… o más bien usarlo para masturbarse contra él; cansado, el sujeto ése se dejaba hacer, y eso le daba oportunidad a Isa de llevar su propio ritmo, y de ir como a ella le gustaba: primero completamente penetrada, dibujando ochos con la cadera, para que la fricción le irguiera el clítoris y le diera ánimos para seguir; luego, perreando atleticamente, de abajo a arriba, hasta casi dejar salir el miembro de Juan (sí, ahora recordaba, “Juan”). A momentos (Isa lo sentía) el pene amenazaba con doblarse, y Juan cerraba los ojos; sus bufidos, antes un poco patéticos, ahora le resultaban a Isa muy halagadores.
    O, al menos, eso era lo que Moní creía estar entendiendo. El bochorno del subterráneo y el cansancio le entrecerraban los ojos, y quizá la cercanía de su amiga, que había empezado a excitarla, estaba poniendo en su cabeza imágenes más detalladas de las que Isa ...
    ... describía. El viaje era de pocas estaciones e Isa no había querido sentarse, así que ambas iban de pie. Como Moní era más baja, su amiga se le acercaba desde arriba para que pudiera escucharla bien, y a veces, por el movimiento del subterráneo, casi rozaba su oreja.
    —¡Qué difícil es la calentura cuándo se está cansada! —pensaba Moní.
    Las palabras de Isa eran muy rápidas y silbaban entre sus dientes. Su enorme sonrisa le estiraba los labios, ya delgados, hasta hacerlos diminutos, y hacía que sus mejillas se volvieran círculos perfectos y erguidos. Para tranquilizarse, Moní empezó a ver, no a Isa, sino a la Isa reflejada en el pasamanos del vagón. Después, poco a poco, empezó a verse a ella misma, deformada por el cilindro de metal del que estaban agarradas ambas.
    Moní e Isa habían estado juntas durante la preparatoria. En esa época Isa no siempre se sentía atractiva. Salía con un sujeto que se le desaparecía cada semana, que terminaba con ella por tonterías y que —según varias versiones— llegó a engañarla con una chica varios años mayor. E Isa volvía. Aunque nunca lo dijo, Moní notaba que el cuerpo robusto de su amiga, su tierna cara cuadrada, sus mejillas esféricas y perfectas cada vez que reía, la hacían sentir insuficiente.
    Por supuesto que ahora a Moní le preocupaba que fuera a la casa (y a la caza) de desconocidos, pero nunca ganó nada pidiéndole que dejara definitivamente a su novio de preparatoria, y no ganaría nada ahora pidiéndole que tuviera más cuidado. Pero la razón ...
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