La búsqueda
Fecha: 23/03/2024,
Categorías:
Jóvenes
Tus Relatos
Autor: MN-IS, Fuente: RelatosEroticos-Gratis
... rechazado y alterado. Este era el principal propósito de la chica, que, sin embargo, en el fondo sí se sentía mal de lo que iba a hacerle a su amigo. Al poner en palabras este remordimiento anticipado, se distanciaba de él; y, lejos de retractarse de su propósito, se daba valor. Cuando Eduardo ya casi había olvidado el beso y se había dejado abrazar por una Moní aparentemente preocupada, la chica tomó una de sus manos. Eduardo lo aceptó, porque consideró que ella pasaba por una emoción fuerte y necesitaba apoyo. Moní se aprovechó de esta flaqueza y se llevó a la boca el dedo cordial de Eduardo, que succionó mirándolo con ojos maliciosos. Luego, sin decir una palabra y casi sin voltearlo a ver, se fue.
Moní pensaba —y los eventos le dieron la razón— que el deseo no nace solamente del gusto o de la provocación: nacía sobre todo de la reflexión, del recuerdo, de las noches solitarias donde la imagen de lo posible va consumiendo la carne de quien desea. Por eso fue paciente, como estaba en su plan. Pasaron dos semanas, en las que no evitó convivir con Eduardo, pero en las que lo condenó a un silencio casi completo, roto por algún diálogo cotidiano, para alternar en él tranquilidad y angustia. Eduardo sin duda ya fantaseaba con su cuerpo: ahora necesitaba fantasear también con su perdón.
Pasadas esas dos semanas, Moní le ofreció, con la cara llena de amabilidad, que podía llevarlo de vuelta a su casa en coche. Él aceptó, por una extraña mezcla de sentimientos: esperaba ...
... tocarla, pero también quería ser perdonado. Cuando estuvieron allí, la chica soltó:
—Estoy segura de que ya le dijiste a Danielle.
—No. Claro que no —le contestó Eduardo—. No quiero que se altere, ni que tengas problemas por mí.
¡Pobre iluso! Moní, que antes sólo se permitía a sí misma un top u ombliguera cada semana (los tenía de todos los colores, porque tenía la idea de que alguien intentaría contar cuántos tenía), empezó a usarlos todos los días, y, en los viajes, escuchaban solamente “Despacito”. En esa canción de ritmo incitante, pronunciaba con especial intensidad los versos que venían mejor a su situación “solo con pensarlo se acelera el pulso”, “esto hay que tomarlo sin ningún apuro”, “ven, prueba de mi boca, para ver cómo te sabe”. Las alusiones propiamente sexuales, las cantaba bajito o sonreía ante ellas y las tarareaba entre dientes.
Al menos algunos de esos días, Danielle tuvo que notar que Eduardo se iba con Moní. Cuando estuvo segura de que así era, Moní no lo llevó a su casa. Estacionó el auto frente a un autoservicio, mientras cantaba: detuvo la canción, se calló y miró a los ojos a Eduardo. El beso ahora lo buscaron los dos, para enorme satisfacción de ella. Él llevó su mano izquierda hacia los pechos de ella, pero después de sentirlos apenas, Moní se la retiró.
—Eso no —dijo. Su cara pasó de la orden al juego, cuando se abrió los pantalones cortos y llevó la mano de Eduardo a su pubis. Eduardo acarició primero su vello —quizá porque intuía que eso era lo ...