El conejito tierno de mamá - Relatos Eróticos

El conejito tierno de mamá

... sonriendo mientras bebía un sorbo de café. Disfrutaba viendo a su bebé comer. Era grande y fuerte y necesitaba su alimento—. ¿Por qué no terminas de desayunar y te das una ducha? Luego, si quieres, puedes venir a acompañarme a la piscina. 
Si no es mucha molestia, me gustaría que me pusieras un poco de loción; ya sabes lo sensible que es mi piel.

El pene de Denilson se contrajo cuando dijo "ponme un poco de loción".
 Devoró rápidamente el resto de su comida.

—Por supuesto, mamá. Lo que quieras —gritó mientras subía corriendo las escaleras.

De pie en la ducha, Denilson se acarició la polla lentamente, mientras imágenes de su madre pasaban por su mente (de nuevo). 
Desnuda. Chupándole el pene.
 Follándolo, acurrucándose contra él, después de que él la hubiera hecho correrse fuerte y deliciosamente.
 Tan hermosa, Tan sexy. Todo lo que el alguna vez podría desear.

Gimió de frustración. 
Estaba desgarrado, deseando otra sesión masturbatoria prolongada pero satisfactoria como la de la noche anterior. 
Sin embargo, sabía que cada minuto que pasaba en la ducha significaba otro minuto sin ver a su madre con su nuevo bikini. En última instancia, las ganancias a corto plazo triunfaban sobre la gratificación a largo plazo. Suspirando, dejó de acariciarse la polla y rápidamente terminó de ducharse. Se secó y deseó que su gruesa erección se calmara, se puso el bañador y salió corriendo para estar con su madre.


Lucia había aprovechado el momento en que su hijo se ...

... estaba duchando para ponerse su nuevo bikini. Se reía como una colegiala mientras daba vueltas y piruetas frente al espejo. "Mi conejito de peluche tenía razón, me queda bien.
 Es demasiado revelador para usarlo delante de otra persona, pero sé que a mi bebé le va a encantar".

Pensó en el bulto de su hijo que había visto ayer.
 Esa mañana, cuando se había despertado, no se había sorprendido de notar que su sujetador estaba manchado con su semen. 
Aunque sí le sorprendió bastante que hubiera mucho más de lo habitual. 
Mucho más, se preguntó si se había masturbado dos veces con ella o si había sido una sesión solitaria la que había producido una cantidad tan impresionante del semen de su bebé. Cualquiera de los dos casos hizo que su coño palpitara y hormigueara.

Sonriendo para sí misma, agarró su Kindle, una toalla grande y una botella de loción bronceadora y se dirigió a la piscina.

Denilson bajó corriendo las escaleras, con su semi erección formando un bulto considerable en sus calzoncillos. 
Salió al patio trasero y se detuvo en seco. 
Allí, a unos pocos metros de él, estaba su madre, de espaldas a él. 
Parecía absorta en el libro que estaba leyendo en su lector electrónico. Denilson contempló la vista que tenía frente a él.

Sus piececitos delicados, cuyos dedos, como él sabía, estaban pintados de un rojo brillante. Sus pantorrillas suaves y flexibles daban paso a la fuerte cara interna de sus muslos.
 Y su trasero, una obra de arte. 
Ayudaba el hecho de ...