1. La reeducación de Areana (17)


    Fecha: 21/04/2018, Categorías: Dominación Lesbianas Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... formar un anillo del cual la pobrecita no podía librarse. Sólo gritar y llorar le era posible. Lucía la violaba con una expresión de lascivia que mutaba cada tanto hacia la crueldad. Hacia avanzar y retroceder el consolador con rudeza, deleitándose con el dolor que le estaba infligiendo a su víctima. -¡¿Qué chillás tanto, perra puta?! ¡No es la primera vez que te dan por el culo y nunca armaste escándalo! ¡¿Qué pasa ahora?! –le interpeló Milena Lo que pasaba era que ninguna de las mujeres que la habían cogido por el culo desde que era esclava de Amalia lo había hecho con la brutalidad de Lucía. Ninguna abrigaba el odio de esa chica, un odio que no se había saciado con la golpiza y que estaba muy lejos de saciarse. Por el contrario, ahora que se estaba vengando de su odiada rival, Lucía se daba cuenta de que su odio estaba aumentando y reclamaba más… más… más. A Areana, presa de un dolor tan extremo, se le había secado la concha y esto lo notó Lucía cuando de pronto se inclinó para ver que estaba ocurriendo ahí. No le gustó encontrarla seca. Fue como un golpe a su orgullo. Ella quería martirizarla con la penetración, sí, pero a la vez pretendía provocarle un orgasmo para consumar así la posesión total de la esclavita. Dejó de bombear un momento y se dirigió a Eva: -Vos, vieja puta, vení y ocupate de la concha de tu hija. La quiero bien mojada. ¡Una catarata de flujo quiero! Eva se acercó en cuatro patas, sintiendo que después de tanto sufrir iba a tener al menos el consuelo ...
    ... de trabajar en esa conchita que amaba y deseaba. No se atrevió a a hablarle a su hija, pero mientras su mano derecha le buscaba la concha, pensó: “Aguantá, hijita, aguantá que ya está mami para hacerte gozar”… Mientras tanto, Lucía había comprendido que ya era suficiente con el dolor que le había causado a Areana y decidió entonces suavizar la penetración, hacerla más lenta y entonces los gritos de la esclavita se transformaron en gemidos que no eran de dolor, sino de placer. El consolador ahora ya no le dolía, al menos no tanto y pronto el dolor desapareció por completo y todo fue placer para la niña; el placer que le daba esa pija artificial y el placer que le brindaban los dedos de su madre aventurándose por dentro de su concha y alternando sabios jugueteos con el clítoris. Pronto comenzó a jadear con fuerza, sintiendo que toda ella era una brasa, una tensión que pugnaba por liberarse y segundos después todo su ser estallaba en un violento orgasmo que se le antojó interminable. La habitación se pobló de gemidos y jadeos, con madre e hjja echadas en el piso, una frente la otra y mirándose tiernamente. Lucía seguía arrodillada, sosteniendo el consolador en su mano derecha, los ojos entornados, la boca entreabierta y tan mojada como Milena, que de pronto le preguntó: -¿A cual de las dos querés? -A la trolita, por supuesto. -Está bien, para mí la perra Eva. –dijo la asistente y puso fin al tierno intercambio de miradas entre madre e hija para obligar a la madre a desvestirla. ...
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