Anahí R.E.
Fecha: 22/04/2018,
Categorías:
Jóvenes
Autor: joshsanz, Fuente: RelatosEróticos
Ella es un pequeño ángel de tez blanca y de ojos color miel; ojos hermosos que cuando te miran enervan tu alma y te hipnotizan. Tiene la sonrisa de su madre: amable, sensual, de dientitos derechitos, labios rosados y delicados, entusiasta al porvenir. Su cabello es largo, castaño, de olor inocente y embriagante. Con los rayos de sol luce mágico y llamativo. No es más alta que cualquiera de las demás pequeñas que asisten con ella al colegio; sin embargo, su cuerpo es un encanto. Se está abriendo paso lentamente a las puertas de la "época de las hormonas". No es una época fácil, y menos en estos tiempos, tiempos en los que la curiosidad por ciertos temas, cada vez conoce edades más tempranas. Aún recuerdo el día en que la conocí; fue muy especial y marcaría mi vida de manera irremediable. Ese día, muy temprano por la mañana, fui despertado por cierta algarabía en al pasillo; se trataba de una mudanza, pronto habría nuevos vecinos en el departamento 3-G. Yo vivía por ese entonces en el 3-H, (el departamento de enfrente), por lo que uno se esperaría que no podría volver a dormir mientras enfrente había gente cargando cosas, gritando y pisoteando con fuerza, sin embargo, milagrosamente pude volver a hacerlo. Estaba tan cansado de la noche anterior que volví a perderme en el mundo de los sueños. Serían las dos de la tarde cuando finalmente me digné a despertar. El silencio ahora reinaba el lugar y tras una breve ducha, me dispuse a salir a caminar. No me desagrada vivir en un ...
... tercer piso, después de todo un poco de ejercicio no cae nada mal de vez en cuando. Bajé las escaleras tranquilamente, como cualquier otro día. Al llegar al portal del edificio la luz del sol me deslumbró por unos instantes, cosa que me hizo caminar a ciegas en lo que mis ojos recobraban su decadente pero necesaria visión. Al estar en ese estado no me percaté de que había una pequeña justo frente a mí y desgraciadamente, la atropellé con mi errante marcha. La pequeña cayó al suelo y soltó un leve alarido de dolor. Yo, apenado y a penas recobrando la vista, comencé a disculparme con ella reiteradas veces. Realmente había sido un poco fuerte el impacto y creí que la había lastimado. Ella me respondió con la voz más dulce que jamás imaginé escuchar: --No te preocupes; vi que te deslumbró el sol al salir del edificio, a mi me pasó lo mismo hace unos instantes— Yo Jamás había visto a esa niña por el edificio, me pareció bastante hermosa. Al indagar un poco sobre el tema, me confesó que era nueva en el lugar, si hablar completamente de ello. Yo solo pude pensar que seguramente era familiar de los nuevos vecinos. En ese momento, mi inoportuno estómago, lanzó una replica barata del canto de apareamiento de las ballenas; moría de hambre y de vergüenza. Ella rio y me miró compasiva, cosa que me provocó gracia. Ya que éramos vecinos no vi inconveniente en invitarla a comer algo, después de todo, había un restaurante que frecuentaba a un par de calles de ahí; pensaba que sería una buena ...