1. El Juego del Tío y la Sobrina - Parte 2


    Fecha: 17/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Daniela Brito, Fuente: TodoRelatos

    El sol de la mañana se filtraba entre las cortinas de la habitación de Eva, dibujando líneas doradas sobre su cuerpo desnudo que yacía enredado entre las sábanas. Sus párpados pesados se abrieron lentamente, como si su mente se resistiera a abandonar el limbo del sueño y enfrentar la realidad de lo ocurrido la noche anterior. Al primer movimiento, un dolor sordo recorrió sus músculos, recordándole cada toque, cada orden, cada humillación que había aceptado. Las marcas en sus muñecas seguían visibles, líneas rojas que parecían tatuajes de vergüenza, y al sentarse, el roce de las sábanas contra sus nalgas marcadas por la fusta le arrancó un suspiro entrecortado.
    
    Se miró en el espejo del armario, estudiando su reflejo con una mezcla de fascinación y repulsión. Su piel, normalmente pálida e inmaculada, estaba salpicada de moretones y rojeces que contaban una historia que nadie más debía leer. Con dedos temblorosos, tocó las marcas en su cuello, donde los labios de Pablo habían dejado su huella, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.
    
    —¿Qué hiciste? —murmuró para sí misma, pero la respuesta era clara en el espejo: se había entregado, había obedecido, había disfrutado.
    
    Vestirse fue un acto casi ritualístico. Eligió ropa holgada, como si quisiera esconder no solo las marcas físicas, sino también las emocionales: un suéter de algodón beige, lo suficientemente grande como para caer sobre sus hombros y ocultar las posibles huellas en su espalda, y unos jeans holgados que no ...
    ... rozaran sus nalgas adoloridas. Ni siquiera se molestó en ponerse ropa interior, como si al hacerlo estuviera aceptando que lo ocurrido había sido real.
    
    Al salir de su habitación, el aroma a café recién hecho y pan tostado llenó sus fosas nasales, pero en lugar de reconfortarla, le revolvió el estómago. Su madre, Marta, estaba en la cocina, moviéndose con la eficiencia de quien está acostumbrada a los turnos largos en el hospital.
    
    —Hola, amor —dijo Marta, volviéndose para sonreírle mientras untaba mantequilla en una tostada—. Dormiste bien.
    
    Eva sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Los ojos de su madre, tan parecidos a los de Pablo pero llenos de un amor incondicional, la atravesaron como un cuchillo.
    
    —Sí… sí, bien —mintió, desviando la mirada hacia la mesa, donde un plato con fruta cortada esperaba por ella.
    
    Se sentó con movimientos lentos, como si cada músculo protestara, y tomó un trozo de sandía con los dedos, jugueteando con él en lugar de comerlo.
    
    —Te ves cansada —comentó Marta, sirviéndole una taza de café—. ¿Estás durmiendo bien con lo de la universidad?
    
    Eva asintió, evitando el contacto visual.
    
    —Son los exámenes… estoy un poco estresada —improvisó, llevando la taza a sus labios, pero el sabor amargo del café le recordó a otra cosa, a otro sabor, y tuvo que ponerla de vuelta en la mesa antes de que sus manos traicioneras la tiraran.
    
    Marta, siempre observadora, frunció el ceño pero no insistió. En cambio, comenzó a hablar de su turno en ...
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