El Juego del Tío y la Sobrina - Parte 2
Fecha: 17/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Daniela Brito, Fuente: TodoRelatos
... el hospital, de un paciente que había llegado con una herida absurda, de lo mucho que extrañaba tener tiempo para ellas. Eva asentía mecánicamente, pero su mente estaba en otra parte, en las manos de Pablo, en su voz, en la forma en que la había hecho sentir más viva que nunca, incluso cuando la reducía a nada.
—¿Cómo voy a disfrutar de la verga de mi tío? —pensó, clavando las uñas en sus muslos bajo la mesa—. Tan puta soy.
La conversación continuó, superficial, inocente, pero cada palabra de su madre era un recordatorio de su traición. Marta le preguntó por sus clases, por sus amigos, por si había conocido a alguien especial. Eva respondió con monosílabos, con sonrisas forzadas, con mentiras que se acumulaban en su garganta como una bola de náuseas.
—Mami no se tiene que enterar —se repetía una y otra vez, como un mantra—. Nunca.
Y entonces, como si el universo decidiera poner a prueba su resistencia, la puerta de la casa se abrió.
—¿Hola? —la voz de Pablo resonó en el pasillo, demasiado familiar, demasiado cercana.
Eva se tensó, derramando café sobre el mantel.
—¡Pablo! —exclamó Marta, sonriendo—. ¿Qué sorpresa.
Pablo apareció en la cocina, vestido con jeans y una camisa negra que hacían que sus ojos claros destacaran aún más. Llevaba una bolsa de pan en una mano y una sonrisa que solo Eva podía reconocer como peligrosa.
—Pasaba por aquí y pensé en traer desayuno —dijo, dejando la bolsa sobre la mesa y posando sus ojos en Eva—. Hola, ...
... sobrinita.
Eva sintió que el aire escapaba de sus pulmones.
—Hola, tío —logró decir, pero su voz sonó como un eco lejano.
Pablo se acercó, pasando una mano por su hombro en un gesto que para Marta sería cariñoso, pero que a Eva le quemó la piel a través de la tela.
—¿Lista para ir de paseo, sobrinita? —preguntó, y aunque sus palabras eran inocentes, su tono no dejaba lugar a dudas: no era una pregunta, era una orden.
Eva lo miró, buscando en sus ojos alguna señal de piedad, pero solo encontró diversión. Sabía lo que estaba haciendo, sabía el poder que tenía sobre ella.
Marta, ajena al juego, sonrió.
—¡Qué buena idea! —dijo—. Eva ha estado estudiando mucho, necesita aire.
Eva quería gritar, quería negarse, quería confesarlo todo. Pero en lugar de eso, forzó una sonrisa y asintió.
—Claro —dijo, y su voz no tembló, pero por dentro, cada palabra era un grito silencioso.
Pablo sonrió, satisfecho, y esa sonrisa le recordó a Eva que la noche anterior no había sido el final, sino solo el comienzo.
El tenedor de Eva temblaba levemente entre sus dedos mientras intentaba llevarse un trozo de fruta a la boca, pero cada bocado le sabía a ceniza. La presencia de Pablo en la mesa, charlando animadamente con su madre como si no hubiera pasado nada anoche, le revolvía el estómago. Él reía, contaba alguna anécdota trivial del trabajo, y Marta sonreía, completamente ajena a la tensión que envolvía a su hija.
El celular de Eva vibró sobre la mesa, haciendo que su corazón ...